La campaña ya está aquí

Madrid

En España últimamente sabemos que estamos en campaña cuando Venezuela pasa a ser el primero de nuestros problemas y se empiezan a ver niños levantados por la calle. Tú sales a la calle a una hora populosa, a una hora muy de la gente, y si ves a un crío por los aires que no sabe muy bien qué hacer es probable que debajo haya un candidato. Es como cuando ponían una canción lenta en un concierto y encendías un mechero… ¿Te acuerdas de las canciones lentas? Si te fijas en los mítines, cuando el político hace una promesa muy emocionante, una promesa que te pone la piel de gallina porque piensas que ha perdido la cabeza, la gente levanta a sus hijos y los mueve de izquierda a derecha antes de sacrificarlos.

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Con el gesto de levantar criaturas normalmente se pretende construir una imagen tierna, en el caso de Rajoy una imagen que lo acerque a los ciudadanos. Para que el español piense: si sabe levantar niños podrá levantar un país. Pero al final, si como pasó ayer el bebé se pone a llorar, lo que resulta es una imagen dramática. Hay un bebé que parece haber llegado a Europa y un señor que sonríe como si le hubiese quitado el biberón.

Una vez Esperanza Aguirre se encontró haciendo campaña en un parque con el hijo pequeño de mi amigo el periodista David Gistau (tuvo puntería Aguirre porque David tiene tres hijos pequeños). Y Gistau contaba cómo la política olfateó la presa, que paseaba perdida por el parque, y se acercó a él con una piruleta. Pues bien, la piruleta fue rechazada de malos modos y el niño le dijo con un bufido que se le dejase en paz. David luego contó en un artículo que ese parque había tenido para él el mismo valor que una prueba de paternidad.

Con esto ocurre lo mismo que con los percebes: ¿cuál fue el primer hombre que viendo un percebe pegado a la roca decidió que aquello se comía? Yo supongo que le movió la necesidad. Entiendo que ese primer hombre no vio un percebe y dijo: esto en la lonja está carísimo. Sostener niños también se remonta a un tiempo olvidado. Más o menos desde cuando se descubrió que los bebés nacían sin saber andar y los candidatos morían sin ser votados. Se descubrió que proyectaba una imagen familiar, afable y sensible. Pero también se conoce el caso de un candidato en un pueblo gallego que defendía coger en brazos a niños que hubiesen cumplido los 18 años, porque decía que al menos esos sí podían votar.