Claro que se veía venir

Madrid

Es curioso cómo a veces hay problemas tan grandes y a la vez tan invisibles que sólo un incendio de estas características puede iluminarlos. Para acumular cinco millones de ruedas en un terreno hay que tener primero mucha paciencia, pero se necesita la paciencia del pirata y se necesita también la paciencia de la administración. El incendio de Seseña es un incendio provocado, provocado en tres focos distintos y con productos acelerantes. Eso de forma voluntaria; de forma involuntaria se ha dejado crecer un monstruo de tal forma que la competencia no sólo es de Seseña, sino que alcanza a Valdemoro. Parece un chiste. Parece un río que cruza los pueblos y hay problemas para saber quién se ocupa de sus problemas. Un río de dinamita, en este caso.

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Para formar semejante bomba a ojos de todos se necesita algo más que paciencia, de todas formas. Se necesita una cultura muy fina, que tiene que ver con un temperamento muy especial, muy español, de "se veía venir". Es imposible estar viendo durante una década cómo crece un cementerio de neumáticos al aire libre y pensar que eso va a desaparecer de forma espontánea, como parte de un ciclo biológico o alimento de carroñas. ¿A qué se esperaba? Cuando permites, por paciencia, por incompetencia o por lo que sea, que se forme una montaña gigantesca de ruedas no puedes esperar que eso no arda. Claro que se veía venir, y de alguna manera se ha esperado a que ocurriese. Sentados encima de una bomba.

En los últimos días se ha filtrado que se reclamó vigilancia las 24 horas y actuaciones urgentes para retirar los neumáticos. Hay un sino, una especie de designio divino en este país según el cual cuanto más crece un problema peor desgracia se necesita para solucionarlo. Que haya vuelto a ocurrir ahora no quiere decir que no vaya a ocurrir otra vez.