Una escultura en funciones

Madrid

Dos activistas de Greenpeace han puesto mascarillas anticontaminación a estatuas emblemáticas de Londres para denunciar los niveles de polución. En España les pediríamos que condujesen a 70; y algún guardia civil se plantaría delante para multarlas. El caso es que esta buena gente ha sido detenida por ponerle mascarilla a Nelson, Thierry Henry o Winston Churchill; a un fabricante de frases célebres y santísimo bebedor no se me ocurre peor destino que ponerle un bozal.

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Como en España estamos dándole vueltas a los símbolos, los nombres de las calles, los reconocimientos, es llamativo el uso que se le ha dado en Londres. Impactante, pero ilegal. Que la ley a veces es muy quisquillosa. De hecho, una medida así debería haber partido del Gobierno, no de Greenpeace. Una estatua es un mensaje, un mensaje público de reconocimiento. Que se utilice para causas nobles es normal.

En España además tenemos una ventaja, y es que nuestra estatua más conocida, Mariano Rajoy, viaja, tiene la capacidad de viajar. Entonces podríamos descolgar sobre él a un activista de Greenpeace para ponerle una mascarilla, o un lacito de apoyo a Ecuador, incluso una pegatina contra los recortes o lo que sea. Sería una tarea fascinante: darle un uso político a Mariano Rajoy.

Julio Camba decía que los grandes hombres se creaban para dar trabajo a los escultores, y ahora sabemos que los escultores dan trabajo a Greenpeace. Hay una evolución natural. Los leones del Congreso, por ejemplo. A los leones del Congreso les han puesto gafas para recordar a Cervantes. Hay un metasimbolismo, porque es probable que a Cervantes lo hayan leído más leones que personas. Entonces se trata ya no tanto de homenajear a Cervantes sino de homenajear al león. De alguna manera se busca sensibilizar contra la caza en un país de millonarios con gatillo fácil. ¿Serían capaces de matar a un león con gafas? ¿A un león con sus quevedos puestos que sabes que sólo trata de fomentar la lectura de Cervantes?