Montoro, el arco detector

Madrid

“Montoro hará muy bien en investigarme, no va a encontrar nada”, ha dicho José Manuel Soria en ‘El País’ a modo de epitafio de su paso por el Gobierno. Es una forma de decir: “Vamos a la calle”. Un reto moderno que se ha repetido constantemente en esta legislatura. “Ven a por mí si tienes lo que hay que tener”. Nadie lo expresó mejor que Monedero: “Montoro, ¿me quieres meter miedo? No te tengo miedo. Tengo mis cuentas muy en regla. Tengo pagados todos mis impuestos. Y aunque quieras asustarme, aquí estamos. No me vas a dar miedo”.

Ampliar

Cerrar

Podría decirse que Montoro hace las funciones de arco de detector de metales de los aeropuertos, literalmente, además. Lo que convierte a Montoro en una especie de fenómeno pop es que su mirada se vuelva también contra los suyos. Lo cual es dramático que sea noticia, pero así nos ha educado el bipartidismo: vigilancia estrecha de los otros y laxitud con los nuestros. Él ya dijo en el escándalo Soria que quien se haya ido a un paraíso fiscal no tiene derecho a sentarse en el Consejo de Ministros, y ha ejercido en estos años, con todas sus polémicas, de Asuntos Internos dentro del Gobierno del PP.

Hay que reconocerle que se ha metido mucho en el personaje. Ha asumido un papel muy de película del Oeste. Pocos ministros han personalizado tanto en sí mismos la acción de Hacienda, que siempre ha sido una cartera odiada, poco popular, dada a burlas e incluso desafíos. Montoro se ha identificado tanto con su papel que no sólo ha conseguido parecerse físicamente a Hacienda (si a Hacienda le pusiésemos rostro es inevitable pensar en alguien muy parecido a Montoro) sino que de vez en cuando ha salido del salón a pegar tiros.

Tiros metafóricos. Contra Aznar, contra Margallo, ahora un recado a Soria. Pero que se meta contigo el ministro de Hacienda, sin entrar en sus razones, siempre da un poco de miedo. Ése ha sido el problema de Montoro. Que su poder no es manejable, siembra desconcierto. Hace un par de años me dijo el director del CNI muy serio que me escuchaba todas las mañanas. Yo me puse tan pálido que él tuvo que aclarar que me escuchaba en la radio. Pues es algo parecido. De gente así hasta las caricias son sospechas.