De vacaciones fiscales en Panamá

Madrid

En Panamá les llaman los "mal llamados papeles de Panamá". Han tenido algunos medios un ataque de patriotismo al ver de repente su país asociado a estas ingenierías financieras. Deberían aprender de España, que aquí se ha dicho que el nuevo líder del ISIS era español casi con una punzadita de orgullo. En plan pues oye, mira: españoles por el mundo.

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La aprensión de los panameños debería verse con perspectiva. Por ejemplo, como destino turístico del dinero mundial. Y un elemento extraordinariamente democratizador. Hay pocas cosas que igualen más que el dinero: una de esas cosas es mucho dinero. Si uno tiene mucho dinero y quiere llevarlo a ver mundo tiene una serie de destinos vacacionales, o vacaciones fiscales, en el que se encuentran desde el aristócrata hasta el delincuente, cuando ambas cosas no son lo mismo. Como en la canción de Serrat: hoy el noble y el villano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Y así hasta una serie de profesiones e ideologías que sólo tienen que ver cuando hay dinero; dinero y ganas de protegerlo.

Ha llegado a compararse Panamá como una especie de Casablanca. Un lugar turbio, de paso. Por eso es tan importante para España haber colocado ahí a Pilar de Borbón. Es como cuando descubres al final del cuento que el asesino es el mayordomo.

Hay pocas metáforas mejores del escándalo de Panamá que doña Pilar, como gusta decir a los monárquicos. Una mujer como ella, con esa fatalidad de las fechas, que preside una empresa panameña desde la coronación hasta la abdicación de su hermano. Un reinado paralelo en un paraíso fiscal. Como esas bibliotecas señoriales que se abren dándole discretamente a una palanca, en este caso el hermoso busto de Pilar de Borbón, y aparece una discoteca de ‘happy hour’, una barra libre. Ni adrede se consigue un efecto mejor.