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Consumidores proactivos: No clames, ¡reclama!

Muchos establecimientos siguen cometiendo las mismas tropelías al no recibir reclamaciones de sus clientes. / GETTY

Muchos establecimientos siguen cometiendo las mismas tropelías al no recibir reclamaciones de sus clientes.

Madrid

Aquí y en mi programa me habrás leído y escuchado muchas veces arremeter contra las administraciones de consumo por mirar demasiado a menudo para otro lado ante los problemas, abusos y atracos que sufrimos los consumidores. La última hace dos semanas, con el Día del Consumidor, cuando recordaba las muchas tropelías de las que somos víctimas y la falta de protección que tenemos, no tanto sobre el papel como en la práctica, por la complejidad y dificultares para llevarlas a cabo, para pelear con los ”grandes” sectores.

Esa es una parte de la historia del sufrimiento de los consumidores. Pero hay otra, que no conviene olvidar, y que depende exclusivamente de nosotros. Hacer valer nuestros derechos, denunciar, utilizar las hojas de reclamaciones, utilizar las OMIC (Oficinas Municipales de Información al Consumidor), los servicios de consumo de las comunidades autónomas, el Sistema Arbitral de Consumo, recurrir a las asociaciones de consumo, a abogados expertos… Es tan importante como que cuando reclamamos haya mecanismos sencillos, que nos hagan caso, que nos defiendan.

Vamos, que de nada sirve “ladrar” y no morder, quejarnos no sirve si luego no lo traducimos en una denuncia en regla.

Sirve de poco quejarnos de mala atención en el hotel donde hemos pasado la Semana Santa si no hemos denunciado por escrito allí o ahora ni nos planteamos ir a la OMIC de nuestra ciudad o a los servicios de consumo de nuestra comunidad.

De nada sirve poner a caldo a la compañía aérea que nos ha castigado con retrasos importantes en un aeropuerto, si luego no ponemos reclamaciones o, una vez puesta la primera, y ante el desprecio de la compañía, tiramos la toalla. Ya contamos que esta actitud nos lleva a perder cada año a los consumidores unos 900 millones de euros, es decir, que los ganan ellos por nuestra dejación.

De nada sirve que nos reclamen una supuesta deuda y no hagamos valer nuestros derechos de que nos expliquen la causa: cuándo, con qué empresa… Y peor: que acabemos pagando sin saber por qué.

De nada sirve callar si nos han estropeado un cinturón o un bolso y dejamos de reclamar el pago de uno nuevo o una indemnización justa.

De nada sirve que no denuncies unas obras mal realizadas en casa y que acabemos pagando para quitarnos el problema de encima

De nada sirve que toleremos que algún comercial de una compañía de luz o gas nos haya cambiado con trampas de operador y no lo denunciemos… O que paguemos religiosamente si nos dicen que hemos manipulado el contador…

De nada sirve que no hayamos contratado unos servicios con un operador de telefonía y nos facturen por los mismos y no lo denunciemos…

De nada sirve que la tintorería nos haya estropeado una prenda y nos quedemos conformes con una ”indemnización” ridícula…

Ya se que no es sencillo, que nos llevará tiempo, que es latoso, cansado, sin muchas expectativas a veces. Lo se. Pero también se que así no vamos a ninguna parte. Como que eso es lo que quieren. Cuanto menos molestemos, mejor. Además, debemos tener un mínimo sentido de la solidaridad: quizá con la denuncia no ganemos nada nosotros, pero seguro que el denunciado se lo pensará otra vez...

No olvidemos el eslogan de la campaña de diferentes asociaciones de consumidores: “No clames, reclama”. Hay que ser proactivos, no hagas el juego a los tramposos…

 

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