Serge Gainsbourg
La persona fue absorbida por el personaje. Un hombre que amaba la polémica.
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Madrid
Pianista en cabaret. Crooner. Menos actor, menos director. Más compositor. Gané Eurovisión sin cantar. Canté sin ganar. Y fueron los demás los que me dieron el éxito.
Era un niño judío, con un padre empeñado en darme conocimientos musicales. También fui un niño judío con estrella y un niño judío refugiado en las provincias del interior, lejos de París, por miedo.
Este mismo niño tuvo fracaso escolar, y dejó Bellas Artes a pesar de querer ser un genio de la pintura. La pintura me dio a mi primera mujer, poco más.
Cuando tenía treinta años seguía viviendo en casa de mis padres y no ganaba dinero. Así que dejé de lado mi cultura musical clásica para darme en cuerpo y alma al pop, que era donde se podían contar y hasta quemar billetes. Mis cancioncillas de mierda me dieron alegrías enseguida. El primer pelotazo fue con esa canción de festival que interpretaba una chica ingenua. Se llamaba France Gall. Eran los sesenta.
Quién sabe si esa misma canción interpretada por mí hubiera llegado a algún lugar. Era un judío feo, muy feo, pero muy entretenido de mirar, de observar y de acompañar. Mi reconocida fealdad me permitió igualmente explotar mi fama y mi condición real: el de conquistador de mujeres. Mujeres a las que adoraba componer canciones y cantarlas a dúo. Hubo mucha tormenta a pesar del dicho ese de que la música amansa a las fieras. Nada que ver. Relaciones tormentosas, idas y venidas, y grandes mujeres a mi lado.
Mujeres como mi ex, la más conocida, que me seguía llevando sopa años después de nuestra ruptura, convencida de que si no lo hacía, no comería nada en todo el día. Ella me dejó embarazada de otro. Tuvimos una hija maravillosa que se dedica a la interpretación.
Antes de ser padre tuve un affaire con la chanson francesa. Y con el cine, componiendo bandas sonoras, pero cuando mi nombre fue conocido fue tras escribir una canción para una novia, para BB. Ella quiso cantarla pero no emitirla…En realidad se emitió, al día siguiente de ser grabada, poco después de haberle prometido a mi amada que le iba a componer la canción más bella de amor que se había hecho jamás en el mundo. Estaba perdidamente enamorado de ella.
Cuando la canción sonó al día siguiente en la radio, el marido de BB insinuó que podía demandarla. Quién sabe si por cantante o por infiel. El caso es que retiramos la canción. Diez meses después me propusieron rodar una película. Mi compañera era una joven de 22 años. Yo contaba cuarenta. Resultó ser la que iba a dar éxito a este tema.
Para mí era una canción de amor, una novedosa canción de amor. Para muchos, era pornografía, y la censura que sufrió esta canción fue precisamente lo que hizo que fuese número uno, así que agradecido sigo al Vaticano y a su comunicado indicando que era ofensiva.
“No todo el mundo tiene la suerte de tener al Vaticano como agente de publicidad”.
Se habían escandalizado también con una interpretación en tono reggae que hice de La Marsellesa. Pero nada como aquella canción amorosa que se convirtió en una gira de diez años, que nos nombró estandartes de la vanguardia de la canción francesa. Cuando ella me dejó, me cambiaron hasta el apellido. El personaje que había creado fue absorbiendo a lo poco que quedaba de mi persona. Los platós de televisión se convirtieron en un salón de casa en el que decir cualquier cosa, los médicos y mi corazón avisaron de que mi estilo de vida no era el más recomendable. Un seductor atrapado entre el alcohol y un espejo, he leído de mí.
Pero de mí yo siempre decía que mi única suerte en la vida se la debo a una mugrienta palangana. Tiene una explicación, tan poco agradable como la frase: mi madre iba directa a abortar. Cuando llegó al piso donde iba a hacerlo, se echó para atrás al ver la suciedad que había. Y poco después, nacía yo.
Fui descarado y agresivo en mi personaje, en mi trato con los medios, en mis canciones. Pero en realidad era un hombre cariñoso y bastante educado, que tuvo un final triste: una muerte consecuencia de demasiados años de soledad.
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...