Cuestión de temperatura

Madrid

El populismo acorralado de Rita Barberá dejó ayer muchas lecciones. Quizás la primera de todas sea la utilización del amor como aviso mafioso al partido: las expresiones de calor y afecto, de amistad y de cariño, que en una alcaldesa recién elegida serían para celebrar pero que en una investigada por corrupción evocan una amenaza, tienen todos los ingredientes de un aviso. Nadie en el PP quiere la compañía de Rita Barberá. Así hay que traducir sus apelaciones a sus buenos amigos Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal. Dentro de la programación actual de políticos que caminan ya desplomados la rueda de prensa de Barberá es un ejemplo de para qué sirve el ventilador: no para levantar el polvo en los asuntos del adversario sino para ayudarte a fingir que aún sigues de pie.

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A la exalcaldesa de Valencia se la vio fuerte, contundente y sola, pero dio explicaciones.

Hay una figura muy interesante en toda su intervención y es el hecho de que ella, ni nadie, conoce el contenido del sumario. Por eso su rueda de prensa en realidad, a pesar de la contundencia desenfadada de la que hace gala, es un gigantesco condicional. Del que hace uso en todo momento. Exige un ejercicio cuando dice que ella no ha hecho nada, y por su equipo pone la mano en el fuego hasta que se demuestre que haya lo que ella llama "un hecho cierto". Si es cierto o no supongo que lo decidirá ella. Pero hay que reconocer que el nuevo uso de la expresión "la mano en el fuego" defiende muy bien el tiempo político del PP en relación a la justicia. Rita Barberá pone la mano en el fuego por sus concejales hasta que empiece a sentir calor.

Es algo más de lo que el partido está haciendo por ella. El partido por ella ha puesto la mano en el congelador.