Una guerra olvidada
Conocida como la guerra de la independencia, aunque nadie llegó a independizarse de nadie. Ni siquiera hubo una nación nueva, por mucho que algunos lo intentaran y lo consiguieran durante un tiempo.
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FOTOGALERIA: Isla Cabrera / María Belchi
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Madrid
Fue una guerra larga, constante y profunda, terrible en su parte anónima, esa que no aparece en los libros de Historia y que pertenece al día a día, a la memoria olvidada de los que la sufrieron: nuestros antepasados.
SER Historia: La isla de Cabrera (28/02/2016)
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Conocida como guerra contra el francés, fue al mismo tiempo una guerra civil y una guerra entre naciones. Participaron Inglaterra, Francia, Portugal, Alemania, Prusia, Rusia, Austria (estos últimos en otros frentes de Europa), cien años antes que las guerras mundiales del siglo XX. Aquí comenzó el final de uno de los mayores tiranos de la historia, a la altura del mismísimo Hitler, Napoleón Bonaparte. Aquí, en esta tierra que pisamos, entre muchos edificios, caseríos, colinas, ríos y bosques que aún perduran.
Fue la guerra de la Constitución de 1812, un texto incomprendido que se adelantó a su tiempo. En su redacción confluyeron por primera vez las dos corrientes que marcarían el devenir de lo que hemos visto desde entonces. En aquellos años comenzaron a fraguarse las bases de la sociedad que tenemos hoy en día. Por primera vez, corrían entre los ciudadanos dos ideologías diferenciadas: conservadores y liberales. La primera, afines al Antiguo Régimen, partidarios de lo tradicional, cura en el altar y rey en el trono; la segunda, engendrada en el siglo anterior, el Siglo de las Luces, defensora de las ideas progresistas de entonces: limitación de los poderes del clero y la nobleza, soberano el pueblo y monarquía controlada por un parlamento. Dos nombres que han mutado desde entonces, adaptándose a los matices de cada época, con sus diferenciaciones y disputas internas.
Dos nombres que protagonizaron un punto de inflexión, una oportunidad perdida, donde abrazamos lo heredado en el Siglo de las Luces para rechazarlo después, cuando Fernando VII volvió tras su retiro de oro, inaugurando un periodo eterno, confuso y desesperante que continuó incluso, tras su reinado. A partir de entonces todo se convirtió en una lucha lenta y sufrida, por volver a esa oportunidad que quedó atrás.