El PP en la Rue del Percebe

Madrid

El registro de la sede del PP madrileño nos recuerda una de las grandes relaciones literarias de la política española. La que tiene Esperanza Aguirre con el PP, su partido. Que se miran y se estudian muchas veces yo creo que pensando cuál de los dos va a decir antes, como si desenfundase: "esa señora de la que usted me habla" o "ese partido al que usted se refiere".

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Ayer se produjo una reacción instintiva en el PP nacional que fue decir: "está pasando en la primera planta". Esto es como cuando iba el acreedor a reclamar al de la buhardilla de 13 Rue del Percebe, ¿no? Que hay que especificar el piso, no nos vayan a confundir a todos. El PP de Madrid está en la primera planta del edificio de Génova. Cuando Jordi Évole entrevista a Esperanza Aguirre y la vacila en la entrada, diciéndole que están en la famosa sede pagada con dinero B, ella viene a decir que no sabe nada, que nunca ha sido dirigente nacional y que en cualquier caso eso es cosa del juez. Y acto seguido le dice que la primera planta, su planta, está fuera del caso. Las zonas comunes las carga el diablo; en su casa, inmunidad diplomática.

No dejo de darle vueltas al concepto político de Génova como 13 Rue del Percebe. O ‘La Comunidad’, de Alex de la Iglesia. El caso es que Esperanza, hace tiempo, para aclarar que la sede del PP de Madrid está fuera de los cobros en B, hace algo que me parece maravilloso, y que es una de las razones por las que yo quiero a Esperanza Aguirre: dice que allí todo es transparencia, cristales, espacios diáfanos. La decoración como prueba, el estilo es el mensaje. ¿Cómo quiere el despacho? Transparente, que aquí no hay nada que esconder, no como en las plantas de arriba. O que llegue la policía y diga: "Hombre, pero si esto está todo diáfano, no abran ni los cajones".

Esto no afectará a la relación de Aguirre con Rajoy. Pero no van a mover un dedo. En el PP ha empezado ya aquel tiempo oscuro que vaticinó Cospedal: que cada palo aguante su vela. Aquí nadie pone la mano en el fuego ni por sí mismo. Lo que no sé es si hay palos para tantas velas, ni velas para tanto entierro.