¿Miedo a qué?

Madrid

53 días después de las elecciones, Rajoy tiene hoy una cita en su agenda. Se ve con Albert Rivera para hablar de pactos, después de que el Rey tuviera que hacer el encargo de formar gobierno a Pedro Sánchez porque él declinó la primera oferta como partido más votado. Hoy sabremos si tiene un plan concreto más allá de las generales de la ley que viene explicando. Sí sabemos que el presidente del gobierno, que apenas ha pisado Cataluña salvo en campaña, y que confió en que su inacción hiciera bajar el suflé catalán, ve escasa la oferta de reforma federal que propone el PSOE.

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“Proponer en un renglón una reforma de la Constitución, para la cual no tiene ni votos ni apoyos, y no decir ni fijar entre sus grandes objetivos el mantenimiento de la unidad nacional es una enorme irresponsabilidad”, dijo Rajoy a sus senadores en una reunión a la que no asistió la doblemente aforada Rita Barberá. Y mientras, como maniobra de distracción, buena parte de los dirigentes del partido disparan contra un hipotético gobierno en el que ellos no estén con la utilización del terrorismo, las palabras gruesas y su creencia de tener la exclusiva de la idea de España y su unidad. Una estrategia que, además de una cortina de humo para la corrupción, empieza a recordar la brutal oposición que le hicieron a Zapatero –“Usted ha traicionado los muertos”, le dijeron-, y de la que el PP ha estado preso durante toda su estancia en la Moncloa.

Pero los tiempos están cambiando, han cambiado tanto ya que la pregunta es a quién asustan hoy con esa tralla. Porque lo que da miedo de verdad es pensar por qué no apartan de los escaños a los que, como mínimo, no han vigilado qué se hacía con el dinero de los demás.