Lewis Carroll

Madrid

Los caminos que uno debe tomar dependen de dónde quiera uno ir. Yo no quise ser sacerdote, aunque me correspondía por familia, por lugar y por herencia. Me incliné por la ciencia, por las matemáticas, a pesar de haberme criado en una rectoría.

Ni ejército ni iglesia, la universidad. A pesar de mis aparentes trabas: era zurdo y tartamudo. Esto último afectó especialmente a mis relaciones sociales, puede que fuera el inicio de mi imagen de chico raro. Mis éxitos iban aparejados a mis distracciones, pero es que ¿acaso alguien puede prestar atención a una sola disciplina?

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Con todo lo que hay a nuestro alcance para explorar, para probar, para observar…La fotografía fue otra de las disciplinas que me atrapó. La belleza, pero lo bonito de fuera se ve cuando sale de dentro. Cuando lo perfecto está en el interior, hay belleza fuera. Las fotos, el teatro…demasiado alejado de la moral victoriana y de la moral de mi propia familia. Alcancé a tener un estudio propio, donde retrataba a personajes relevantes y donde realicé una serie de fotografías a niñas que pasado el tiempo, ya surgidas malvas en mi tumba, se resolvió y removió hacia un rumbo que aun no comprendo.

He de decir que ni para bien ni para mal me reconocieron en vida mi obra fotográfica. Mi éxito no llegó ni por las fotos ni por las matemáticas, al menos no de un modo directo: fue la literatura la que me lanzó al estrellato. Estrella también estrellada, ya saben cómo va esto.

Primero fueron la poesía y los cuentos. Luego, tras un paseo en barca por el Támesis, llegó el libro, la misma historia que una niña me pidió y que yo hice como todo, a mi manera.

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Sostengo y sostendré que la protagonista de mi historia no está basada en persona real alguna, pero críticos literarios y biógrafos varios se empeñan en afirmar lo contrario.

El éxito me llevó a publicar una segunda parte y aprovechando, llegaron los libros auténticamente matemáticos. Mi libro de éxito llegó a manos de la reina de Inglaterra, que se declaró fan y pidió más libros…Claro, le llenaron la mesa de mis tratados matemáticos que poco tenían que ver con la historia de una niña curiosa.

Poco o casi nada tiene que ver una cosa con otra pero somos así, empeñados siempre en relacionarlo todo. Incluido yo. Mi libro, mi gran obra, tiene muchas lecturas. Es una aventura para niños pero también refleja mi personalidad, es una crítica a mi época y contiene píldoras de humor absurdo. Tantas veces la lea, tantas lecturas hallará.

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No quise que Alicia tuviera moraleja, quería que mantuviese cierta anarquía: no doy lecciones porque nunca quise tampoco recibirlas. Que cada uno concluya lo que le parezca…y así creo que lo hicieron y hacen todavía...