Patriotismos
En el laberinto de incertidumbres donde nos hallamos, se perciben ya algunas certezas. No son nuevas, pero el fin del bipartidismo clásico las ilumina con una luz despiadada
Madrid
Desde el 20 de diciembre de 2015 han pasado sólo unos días, pero parece que vivimos en otro siglo. Las elecciones devoraron la Navidad para que su complicadísima herencia fuera a su vez devorada por los villancicos, el turrón y los regalos, pero cuando en muchas casas todavía queda un trozo de roscón, la actualidad nos amarga el sabor de la fruta escarchada. Para resistir en su dulzura, me gustaría desearles ante todo un buen 2016, sobre todo a quienes no hayan podido comprar un roscón, que serán muchos aunque no le importen a casi nadie.
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
En el laberinto de incertidumbres donde nos hallamos, se perciben ya algunas certezas. No son nuevas, pero el fin del bipartidismo clásico las ilumina con una luz despiadada. La actitud de Mas es un paradigma del sentido patrimonial que algunos partidos atribuyen al poder en sus respectivos territorios, y del carácter señorial, casi feudal, que impregna la autoridad de sus líderes. Mientras se le llena la boca de patriotismo, Mas ni siquiera ha considerado la posibilidad de apartarse para favorecer su propio concepto de patria. Yo o el diluvio, ese es el mensaje, más allá de las divisiones internas y del pintoresco código ético de la CUP, que se niega a investir a quien califica como un político corrupto, pero aceptaría a casi cualquiera de sus colaboradores.
Al final, será el diluvio, porque en Convergencia nadie se atreve a contrariar la voluntad del líder. Es un extraño concepto de patriotismo, pero no se preocupen. Seguramente, pronto veremos otros todavía más raros.