Fea y gordita
La Tana, el alter ego de Celia Blanco, reflexiona sobre el exceso de sinceridad y se pone un poco rencorosa, las cosas como son
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Madrid
De mí dijeron una vez que estaba fea y gordita. Lo soltaron de broma, claro, pero la frase cayó sobre mi autoestima como una auténtica bomba de relojería. A mí me gustaba el tipo, para qué nos vamos a engañar, andaba yo trasteando con la posibilidad de quedarme algo más de un rato con el idiota que me había rechazado por fea y gordita.
Estuvo bien enterarse de aquello. De que no pasara sin pena ni gloria y yo pudiera utilizarlo no solo para desmontarle argumentos al susodicho sino también para darme cuenta de que ni siquiera saberme fea y gorda me dejarían al margen. Con aquellas mismas lorzas y con más arrugas en mi cara que cuando lo dijo, me empeñé en que se comiera enterita a la que años atrás había definido como fea y gordita. Sí, él; que me comiera él. Le gustaron especialmente mis piernas. Por largas, robustas y recias. Por elásticas también, eso de verlas encima de sus hombros culminadas con tacones que no pisan asfalto se la puso aún más dura. Empezó por las piernas, siguió por las tetas e incluso no se libró de comerme el coño.
La que estaba fea no lo estuvo en absoluto cuando se metió su polla en la boca. Lo bueno de tener una boca bonita es que se luce muy bien con verga incluida. La fea y gordita ganó la partida. Se puso el mundo por montera y sopesó las ganas que tenía de ese hombre que, por no atreverse con ella, la catalogó en unos parámetros injustificados y sobre todo imperdonables.
Dar miedo no siempre es una ventaja y mucho menos en la cama; en vez de merendarme a aquel hombre y escupirlo después, decidí masticarlo el tiempo que hiciera falta. Aprendiendo en cada uno de mis mordiscos un poco más de él pero sobre todo de mí.
Hay que ser muy valiente para ser sincero con los demás y decirles en la cara que no cumplen los parámetros de divinidad y belleza al uso. Pero hay que ser todo un héroe para envainártela y desmontar tus propios argumentos.
Asumir para siempre jamás, quién es la que más te gusta, la que mejor te la chupa y la que mejor pone los tacones en tus hombros... Porque aunque lo fuera que da igual, la fea y gordita tiene mucho más de lo que tú mismo esperas.
