Polvos sanadores
A La Tana le cuestan estas fiestas más de lo que deberían, pero al menos sabe por qué merece la pena claudicar a ellas.
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Getty Images
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Madrid
No se relajen lo más mínimo que aún nos faltan los Reyes... Tres semanas demostrándonos lo buena gente que podemos ser, la paciencia infinita que derrochamos en la cena de estas semanas en las que seguro que no todos los invitados eran de su agrado...Pero ¡qué le vamos a hacer! ¡La vida es cruel! No todos tienen la suerte de vivir su propia vida. Tampoco nos queda otra. Y también lo debemos; ésta siempre se hace porque estamos obligados moral y sentimentalmente. Es la deuda que tenemos, como mínimo, con la persona con la que nos metemos en la cama, no sólo en estas fiestas, sino también en mitad del invierno y a principios de verano cuando necesitamos antídoto para todo nuestro veneno.
Reconozco no haber cumplido ni siquiera con los mínimos...Confieso haberme escudado en todos ustedes y en la obligación de hacer cada domingo este programa para escapar de más de una en las que me faltaba el aire y no tenía quien quisiera practicarme el boca a boca. El sexo me sirve de excusa y también de escudo.
Prefiero que nos dé igual si son los reyes magos o las reinas magas las que nos traigan el polvo sanador. ¡Pero que venga! Llamémoslo así por su capacidad balsámica, por sus propiedades nutritivas, por lo energizante que es desarrollar semejante despliegue de medios y consigamos una noche gloriosa. Elijamos hasta dónde queremos llegar y a la persona con la que estemos dispuestos a alcanzarlo todo: Me pido sexo oral y penetración inmediata cuando aún me esté corriendo. Quiero un final de fiesta con orgasmo ajeno entre mis labios. Sintiéndome divina cuando sea yo la que se deje ir; sabiéndome poderosa corriéndote con mi boca.
Si tienen la suerte de ser de los que disfrutan con estos días de reconciliación personal y sobredosis familiar, están de suerte... Seguro que sus polvos sanadores serán aún más efectivos y sobre todo infinitamente más placenteros.
Y eso siempre merece la pena.