¿La CUP enmendó a Mas o a sus dirigentes?

Madrid

La asamblea de la CUP, con más de 3000 representantes, acabó ayer con un insólito empate entre quienes están dispuestos a investir a Mas y quienes quieren descabalgarlo. Para el presidente en funciones es un nuevo apretón en la tabla de tortura que él mismo se ha buscado y que dura ya tres meses y un día. Pero el resultado es también una gran enmienda a los dirigentes de la CUP que han proclamado por activa y por pasiva que no investirán a Artur Mas y que tendrán que tomar una decisión que disgustará a la mitad de su militancia.

Se da la paradoja de que tras este complejo procedimiento asambleario será el consejo político de la CUP el que decida qué hacer. Una extraña circunvalación para acabar haciendo lo que todos los partidos hacen. Pero hay algo aún más preocupante y es que, aunque la decisión final sea favorable a Mas, el prólogo vivido estos meses anuncia una legislatura en el filo del alambre político, una circunstancia poco adecuada ya no para construir una república independiente sino para gestionar con un mínimo de rigor el presente de Cataluña.