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Historia | Ocio y cultura

La Navidad

En la actualidad, la Navidad es, junto a la Semana Santa, uno de los dos momentos culminantes del calendario de celebraciones de los cristianos de todo el mundo. Pero, por extraño que pueda parecer, no fue así para los primeros seguidores de la fe en Jesús de Nazaret.

Adoración de los pastores (Museo Nacional del Prado) / Bartolomé Esteban Murillo

Adoración de los pastores (Museo Nacional del Prado)

Madrid

El mensaje original de Jesús se centraba en el arrepentimiento y la preparación individual para la llegada del Reino, y se interpretaba su muerte y resurrección como un paso previo para la salvación de los creyentes. Y puesto que aquel fin del mundo era inminente, no tenía mucho sentido que las primeras comunidades cristianas se preocuparan de cuestiones como el lugar y la fecha de nacimiento de Jesús. De hecho, Marcos, el primer evangelio en ser redactado (poco después del año 70), y tampoco las cartas de Pablo, los documentos más antiguos del Nuevo Testamento (1 Tesalonicenses se fecha entre los años 50-52), se preocupan en absoluto de las cuestiones referentes al nacimiento de Jesús.

Cuando se hizo evidente que el fin del mundo y la segunda venida de Cristo se retrasaban, los primeros cristianos buscaron primero una explicación (“Para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día” se dice en 2 Pedro 3, 8), y después comenzaron a interesarse por la figura de Jesús más allá de la aparente urgencia de su mensaje. Además, la paulatina desaparición de todos los que habían conocido personalmente al Nazareno y habían convivido con él creó la necesidad de recopilar todas las tradiciones de sus dichos y hechos existentes para que no se perdiera su memoria. Este es el origen de los evangelios, que parecen estar construidos en dirección inversa, es decir, presentando la mayor atención a la pasión y muerte de Jesús, y reduciendo poco a poco la información cuanto más se retrocede en el tiempo. Más allá del inicio de la vida pública de Jesús, las informaciones eran casi inexistentes.

Una vez redactadas estas primeras biografías centradas en los tres últimos años de la vida de Jesús, la curiosidad humana hizo el resto. ¿Cómo había sido la vida de Jesús hasta el comienzo de su vida pública? ¿Cómo fue su nacimiento? Porque, si efectivamente se trataba del Mesías anunciado por los profetas y el Hijo de Dios, era lógico asumir que las circunstancias de su venida al mundo no habrían sido normales. Surgieron así los llamados Evangelios de la Infancia en los capítulos 1y 2 de Mateo, y en los tres primeros capítulos de Lucas, que intentaron dar respuestas a estas y otras preguntas situando a Jesús de Nazaret dentro de una construcción mítica que, por una parte, hacía cumplirse en él todas las profecías del Antiguo Testamento (nacimiento en Belén, nacimiento virginal, etc.) y, por otra, lo equiparaba a otros modelos ya conocidos de todas las religiones del Mediterráneo oriental (amenaza de muerte al poco de nacer, circunstancias milagrosas en su concepción, fenómenos astronómicos que anunciaban su nacimiento, etc.).

Con el paso de los años, incluso siglos, los cristianos comenzaron a conceder cada vez más importancia al hecho del nacimiento de Cristo, y así, nos encontramos con dos fenómenos simultáneos. Por una parte, surge todo un género literario dentro de los conocidos como Evangelios Apócrifos, en el que numerosas obras se ocupan de enriquecer con detalles e historias paralelas todo lo ocurrido durante el nacimiento de Jesús. A estas obras debemos detalles que han enraizado en nuestra tradición, como el número de tres Reyes Magos y sus nombres, o la presencia de una mula y un buey en el portal de Belén (y que no aparecen en los relatos originales de Mateo y Lucas).

Por otra parte, pese al rechazo inicial de la jerarquía eclesiástica (por ejemplo, Orígenes, un Padre de la Iglesia de los siglos II-III, afirmaba que “solo lo pecadores celebraban la fecha de su nacimiento”), a partir del año 200 comenzamos a tener noticias de la celebración de la fiesta de la Natividad, siendo el primer lugar Egipto, aunque se celebraba durante el mes de mayo. A partir de entonces aparecen más testimonios en todo el mundo cristiano, al principio con diferentes fechas de celebración. Ya en el siglo IV, la Natividad era una fiesta bien arraigada en el calendario de las diferentes confesiones cristianas. El Papa Julio I (337-352) fijó la fecha del 25 de diciembre, que poco a poco fue aceptada por todas las confesiones. Sin embargo, siglos más tarde, cuando se adoptó el calendario Gregoriano en lugar del Juliano, las iglesias ortodoxas mantuvieron este último, lo que provocó que en la actualidad las confesiones romanas y ortodoxas celebran la Navidad en días diferentes.

 
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