Miedo

Madrid

Suele decirse que el miedo es libre, porque no necesita razones objetivas para nacer, para crecer, para transformarse en terror. A veces, el miedo es una demostración de prudencia, pero sus manifestaciones exacerbadas tienen más que ver con los complejos y los prejuicios, los errores y las limitaciones del miedoso. Si yo fuera yihadista estaría encantada con el espectáculo de Bruselas. Tendría la sensación de que había logrado meter a la capital de Europa en un puño con muy poco esfuerzo. No me complacería menos el espectáculo de Madrid, el pánico a las manifestaciones contra la guerra en mes electoral, que resta credibilidad, verosimilitud, a la alianza promovida por Francia. Pero yo no soy yihadista, soy española, europea, y reivindico el derecho a expresar mi propio miedo.

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La sobreactuación del gobierno de Bélgica, un ejercicio de pánico hasta este momento estéril, parece haber tenido dos objetivos. El primero, comprensible y legítimo, es la lucha contra el azote de nuestro tiempo, que ha sembrado París de cadáveres inocentes. Pero temo que el segundo hayan sido los propios ciudadanos belgas, arrancados brutalmente de sus rutinas cotidianas en un insospechado escenario bélico. Como el miedo es libre, yo temo por mis libertades, por las de mis conciudadanos. Me pregunto qué precio tendremos que pagar por el terror de unas autoridades que no han sido capaces de interpretar la realidad que les rodeaba. Qué contrapartida exigirán a cambio de nuestra seguridad. Por qué cifra se multiplicarán el número y la condición de las víctimas.