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ELECCIONES 20-D

Pedro Sánchez debatirá con Rivera e Iglesias aunque falte Rajoy

El Partido Socialista, frente a la campaña electoral más volátil en varias décadas

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez / PAUL HANNA (Reuters)

Madrid

Esta vez va en serio. El PSOE tiene sobre su mesa más de diez ofertas de debate enviadas por las televisiones y radios y trabaja ya en la idea de aceptar todas las que sean posibles. Pedro Sánchez quiere debatir con Rajoy, pero aceptará cualquier debate que le permita medir sus fuerzas con los partidos emergentes que amenazan su centro y su izquierda, Ciudadanos y Podemos.

Han cambiado los tiempos y las formas de hacer política, y el equipo responsable de negociar los debates del candidato sabe que ya no es posible negociar formatos rígidos, con tiempos tasados. Discusión libre y sin ataduras, panel de periodistas con capacidad de preguntar lo que estimen oportuno...cualquier modalidad vale para confrontar al candidato frente al resto de opciones.

El PSOE lo tiene tan asumido como los principales sociólogos de este país: la campaña electoral que se avecina va a ser la más volátil en décadas. Los dos protagonistas del bipartidismo que ha gobernado España desde principios de los ochenta han perdido sus cómodos suelos de fidelidad, que se situaban en torno al 60-70% de sus votantes. "En el caso del PP es ún más dramático, porque tenía un bloque férreo de electores fieles que ahora ya no lo es tanto, puede estar en torno al 40%. En nuestro caso, el PSOE siempre ha sido un poco chicle, podíamos pasar de los 10 millones de votantes a los 6 millones de una tacada", explican los estrategas socialistas.

En el PP la decisión sobre los debates está en manos del jefe de campaña, Jorge Moragas, y la última palabra la tendrá Rajoy. No tienen tanta prisa. Saben que el suyo es el candidato imprescindible, pero también el que deberá hacer frente a los ataques del resto. De momento, los asesores de Rajoy le aconsejan dos opciones como las más razonables: un debate a dos con Pedro Sánchez, el preferido por el candidato, y otro a seis que incluya a Ciudadanos y a Iglesias, pero también a las dos fuerzas con representación parlamentaria en la actualidad, Izquierda Unida y UPyD. Confían los estrategas de Rajoy en que las cuentas pendientes entre el resto de partidos, en un debate más abierto, provocarían mayor discusión entre ellos y permitirían a Rajoy sobrevolar la refriega y salvar el partido.

El salto de estatura de los emergentes

La semana del desafío independentista catalán ha tenido su impacto en la campaña, por mucho que Mariano Rajoy haya pedido al resto de partidos que saquen de la batalla tan delicada cuestión. El presidente del Gobierno fue capaz en el último momento de tener los suficientes reflejos como para entender la necesidad de buscar un frente común frente al reto secesionista. Muchos han comparado favorablemente esta semana su reacción frente a la de José María Aznar el 11-M, cuando pensó que no necesitaba el respaldo del resto y que él solo podría beneficiarse de una firme respuesta del Estado a la amenaza terrorista.

Con un indudable sentido de la responsabilidad pero quizá un poco pensado movimiento de comunicación, Pedro Sánchez acudió a la Moncloa sin avisar a nadie, sin dejar claro qué mensaje llevaba a Rajoy, sin una comparecencia posterior que le sirviera para clarificar su apoyo y sus líneas rojas y con un comunicado escrito final de pocas líneas casi idéntico al de Moncloa que, aunque fuera pactado, daba la impresión de que Sánchez dejaba toda la iniciativa en manos de Rajoy.

Rivera e Iglesias aprovecharon la ventaja de ir detrás. Prepararon sus visitas a la Moncloa y consiguieron un impacto mediático mucho más valioso. Rivera, al consolidar la idea de Ciudadanos como la fuerza indispensable con la que se debe contar, y plantear además un pacto de estado claro y fácil de entender que le permitía ir más allá del simple compromiso de exigir algo tan necesario pero tan obvio como que la ley está para cumplirse. Iglesias, al lograr una foto en Moncloa impensable unas horas antes y situar desde esa plataforma a Podemos como la fuerza de izquierdas dispuesta a dar pasos más osados que los que plantea un establishment que, según él, se sigue atrincherando en el orden establecido. Iglesias ensayó incluso con un nuevo término para definir al terceto PP-PSOE-Ciudadanos: el búnker. Una referencia al grupo que se aferraba al poder en el tardofranquismo, especialmente peyorativo para los demócratas que hicieron posible una transición a la democracia y que está por ver que tenga algún efecto para una nueva generación de votantes a la que ya le dice poco ese lenguaje de trinchera.

En cualquier caso, resulta ahora un poco más difícil rechazar el debate electoral con aquellos a los que has otorgado la madurez, relevancia y altura de estado suficientes como para convocarlos a La Moncloa en las horas más graves para la democracia española.

 
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