Un burro peruano
Rajoy ya no pasará a la Historia como el presidente del millón de empleos. Será para siempre aquel cuya indiferencia hizo posible que el Parlamento catalán declarara unilateralmente la independencia
Madrid
Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza). Recuperé estos versos de César Vallejo, repletos de ironía y de nostalgia, de ternura y desolación, mientras Pablo Iglesias afirmaba en televisión que España había cambiado. Y tanto, pensé. Está cambiando a tal velocidad, que el discurso del cambio ya es antiguo.
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El recambio consiste en que un partido anticapitalista, como la CUP, negocie con Mas mientras los jueces acumulan pruebas de las tramas de corrupción de su partido. Es lamentable que no lo hayan hecho antes, que no lo hayan hecho mejor, que no nos hayan ahorrado indeseables sospechas de oportunismo político, pero las pruebas están ahí.
Mientras tanto, Rajoy ya no pasará a la Historia como el presidente del millón de empleos. Será para siempre aquel cuya indiferencia hizo posible que el Parlamento catalán declarara unilateralmente la independencia, aunque esa opción ni siquiera hubiera obtenido el 50% de los votos en las elecciones previas. Pero no se preocupen, porque ya ha reaccionado. Su sesión fotográfica con Pedro Sánchez ante una esplendorosa parra virgen debe de ser el plan D, ya que no ha habido plan A, ni B, ni C.
¿De qué cambio habla Iglesias? Él fue el primero en declarar que las ideas no sirven para llegar al poder. El verdadero cambio, por lo visto, consiste en llegar al poder sin más idea que conquistar el poder. Ya sé que no son horas para decir estas cosas, y menos un viernes, pero perdónenme la tristeza, porque yo ni siquiera tengo un burro peruano en el Perú.