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El mensaje renovador de Francisco tiene sus límites. Uno de los más claros es el del papel de los homosexuales en la Iglesia Católica
Madrid
El mensaje renovador de Francisco tiene sus límites. Uno de los más claros es el del papel de los homosexuales en la Iglesia Católica. Más importante de lo que parece si nos creemos lo dicho esta semana por el cura polaco Krzysztof Charamsa, cuya salida del armario con novio incluido ha puesto aún más a la defensiva a los sectores más conservadores de la Curia en el Sínodo sobre la familia cristiana.
En Bergoglio tienen, en este caso, un aliado. Como cardenal de Buenos Aires se opuso decididamente a la legalización del matrimonio homosexual en Argentina y como Papa ha cerrado la puerta al que podría haber sido el primer embajador abiertamente homosexual ante la Santa Sede: Laurent Stefanini, antiguo jefe de protocolo del Elíseo, no presentará sus credenciales ante el Papa. Tras un pulso de varios meses entre París y el Vaticano, el Presidente francés, según Liberation, ha decidido congelar el asunto hasta 2017. Es decir, hasta después de la elección presidencial. Resultado: Francisco-1, François-0.