El baile es alegría
Se quedó con la dirección del PSC porque nadie más la quería y sus encuestas son pésimas, pero baila con mucha gracia, un sentido del ritmo encantador en sentido literal
Madrid
Los políticos catalanes no son mejores que los españoles. Esta fue una de las conclusiones de Stephen Sackur, el periodista de la BBC al que Romeva respondió con titubeos y balbuceos, para dar una imagen tan lamentable como el balbuciente y titubeante desconcierto que Rajoy ofreció a Carlos Alsina unos días más tarde.
Si los pasmados se parecen, los que sacan pecho no son más diferentes. Artur Mas acude con frecuencia a la chabacanería del lenguaje verdulero, para que Pablo Iglesias reivindique a su vez la chulería del sainete. Parecen Pajares y Esteso en sus buenos tiempos. A Junqueras le queda pequeña la capa de Caperucita Roja que quiere llevar un tarrito de miel a su abuelita España y sin embargo, en el bochornoso corral de los machos alfa, un hombre tranquilo, normal y corriente, ha redefinido el carisma.
No es alto, no es guapo, no es delgado, no es joven, no va al gimnasio, no ve sin gafas. Se quedó con la dirección del PSC porque nadie más la quería y sus encuestas son pésimas, pero baila con mucha gracia, un sentido del ritmo encantador en sentido literal. Mientras baila, Miquel Iceta transmite autenticidad, sinceridad, normalidad, falta de complejos y fe en sí mismo, es decir, lo que les falta a todos los demás. No parece un gran aval para un político, lo sé, pero cuando las palabras dan más pena que vergüenza, el baile es alegría. Y viendo bailar a Iceta, de repente parece que esto, llámenlo Cataluña, España, Europa, el planeta Tierra o el sistema solar, todavía tiene arreglo.