Cultura empresarial corroída

Madrid

Hay gente que hace bromas a propósito del fraude cometido por Volkswagen, como si la corrupción de una de las mayores empresas de Alemania fuera una buena noticias o una noticia graciosa. No lo es. Es una pésima noticia para todo el mundo, porque dibuja una cultura empresarial y financiera clásica que ha sido corroída hasta los huesos por altos ejecutivos convencidos de que todo estaba, o está, permitido si la empresa declara más beneficios y sus bonos se vuelven más sustanciosos.

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El caso de la Volkswagen no es el único destapado en los últimos años: bancos alemanes, británicos y franceses de larga tradición participaron, por ejemplo, en el fraude de los tipos del Euríbor, que algunos expertos consideran que ha sido la mayor estafa financiera de la historia en Europa, y que se saldó con algunas dimisiones y algunas multas.

La corrosión del modelo que muestra el caso de Volkswagen se agrava, además, cuando se da uno cuenta de que las instituciones europeas, las alemanas, como las francesas, las españolas o las británicas, han sido igualmente incapaces de detectar esos fraudes. Han tenido que ser instituciones norteamericanas las que en todos los casos advirtieran las estafas y denunciaran a sus responsables.

En el fondo, los corruptos son iguales en todas partes: el responsable alemán de Volkswagen reaccionó igual que cualquier corrupto español o italiano: "¡Cómo lo siento!", proclamó bien alto. "Tenemos que evitar que esto vuelva a suceder", insistió, como si el tipo que estaba hablando no hubiera tenido nada que ver. Cultura empresarial y financiera corroída y cinismo en grado exponencial. Ninguna buena noticia.