Y allá a su frente, Estambul…
Turquía, país fronterizo con Siria, le convierte en elemento fundamental en la crisis de los refugiados
Madrid
Imagínense un país democrático con una población autóctona que pretende la independencia. Es más, está representada en el Parlamento y forma parte del gobierno. No obstante, los intereses políticos generan un conflicto que desencadena una escalada sangrienta. Ese país es Turquía.
Desde que el 7 de junio, los turcos le negasen al Presidente Erdogan la mayoría suficiente para reformar la Constitución y perpetuarse en el poder, ha mantenido una estrategia del caos. Ha reavivado el conflicto kurdo y ha generado un clima nacionalista que debe serle favorable en las elecciones de noviembre. Erdogan sabe que sus aliados en la OTAN no le van hacer ningún reproche: su frontera con Siria le convierte en un aliado extremadamente útil en contener al Estados Islámico y es un elemento fundamental en la crisis de los refugiados. La mayor parte de los sirios vienen de sus campamentos. La amenaza de un nuevo régimen autoritario a las puertas de Europa es ahora la menor de las preocupaciones.
