Grecia, una vez más

Grecia vuelve a ser un punto crítico en la nueva crisis que vive la Unión Europea. Cuando al inicio del verano el gobierno de Tsipras estaba en pleno pulso por solventar el problema de la deuda y sólo se hablaba del corralito, los refugiados de Oriente Próximo, que se hacinaban en Turquía y Líbano, ya pasaban a través de sus islas.

Los turistas eran testigos incrédulos de la llegada diaria de desesperados huyendo de la guerra. En Grecia, esa frontera marítima es cosa del ejército y este, más pendiente de dar satisfacción al discurso político ultranacionalista contra Turquía y de gestionar sus recursos en un estado al borde de la suspensión de pagos, se ha revelado como un instrumento ineficaz frente a la actual crisis humanitaria. Atenas ha aceptado la instalación de una oficina de Frontex para hacer una primera selección de los refugiados.

Una iniciativa razonable que otorga las riendas de la situación a Europa en medio de la inestabilidad política que reina en Grecia, donde los últimos sondeos ya no dan como favorito a Tsipras.