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Economia y negocios | Actualidad

Resistencia nutricional. Pacífica y no armada, pero inmune al desaliento

Nuestro nutricionista nos da su opinión sobre los principales problemas que afectan a la nutrición

Julio Basulto

Madrid

Últimamente no dejo de insistir en que no es tan importante esforzarnos en comer saludablemente desde ahora hasta el último día de nuestras extrañas vidas, como lo es fijar la atención en las piedras, los socavones, los zarzales, los barrizales o las murallas que, cada cien metros, entorpecen nuestro camino hacia una dieta sana. ¿Dije cien metros? Perdón, quería decir diez. Centímetros.

Y es que estamos rodeados de obstáculos dietéticos. Hace cosa de un mes compartí en mis “redes sociales” una clasificación de dichos obstáculos: Industria codiciosa, Famosos ambiciosos, Sanitarios negligentes, Charlatanes, Medios irresponsables, Mala legislación.

Con su permiso, paso a dedicarles unas pocas líneas a cada uno de ellos.

¿Industria codiciosa dice?

Digo. Digo que los fabricantes de comida basura dirigida a niños invierten 5 millones de dólares al día (repito, al día) en promocionar sus sustancias comestibles… solo en Estados Unidos. Nos juran que es por nuestro bien: así nutriremos e hidrataremos a nuestros hijos (risas). Digo, también, que la industria alimentaria se ha gastado, por ahora, 1,4 mil millones de dólares para que no vea la luz el etiquetado en semáforos (BMJ 2012;345:e8082). Y digo, sobre todo, que “los esfuerzos para prevenir las enfermedades no transmisibles van en contra de los intereses comerciales de poderosos agentes económicos”, en palabras de la doctora Margaret Chan, directora general de la OMS, que añade: “cuando la industria se involucra en la formulación de políticas, pueden estar seguros de que las medidas de control más eficaces serán minimizadas o dejadas de lado por completo”. Y así va como va.

¿Famosos ambiciosos dice?

Digo. Digo que los famosos ambiciosos no son pocos y cobardes, por lo que es absurdo gritar “a por ellos”. Digo, también, que es antiético e inmoral que no deje de aumentar la lista de ídolos deportivos, de gloriosos grupos de música rock, de archiconocidos actores y de “celebrities” de toda clase y condición, de toda estirpe y ralea, que reciben pingües emolumentos por promocionar la Coca-Cola, los McDonald’s, el Red Bull, la Estrella Dorada, las salchichas Oscar Mayer, los Actimeles, el Sunny Delight o la dieta de moda. Y digo, sobre todo, que asociar la comida insana o las dietas desequilibradas al éxito social y personal es tan inapropiado y execrable como hacerlo con el tabaco.

¿Sanitarios negligentes dice?

Digo. Digo que pretender difundir una dieta sana firmando convenios con Panrico, como lo hacen la Sociedad Española de Arterioesclerosis o la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, viene a ser como promover la salud respiratoria de la mano de Marlboro y Ducados. Digo, también, que desde el momento en que la Asociación Española de Pediatría pone su sello en galletas como las famosas Dinosaurus, esas que tienen más de un 20 % de azúcar en su composición, su credibilidad cae por los suelos. Y digo, sobre todo, que no se entiende cómo existen sanitarios que se venden a la industria de las bebidas azucaradas o a la de las bebidas alcohólicas, ni cómo no se le cae la cara de vergüenza a cierto médico que insinúa que la lactancia materna genera “víctimas”. Si eso no es negligencia, que venga el pediatra Carlos González y lo vea.

¿Charlatanes dice?

Digo. Digo que la sección de alimentación de cualquier librería está literalmente abarrotada de ultrajes a la lógica, a la ciencia, a la razón y, ante todo, a la salud. Que si la enzima prodigiosa, que si Dukan, que si dietas según el grupo sanguíneo, que si dietas desintoxicantes de batidos verdes, que si recetas anticáncer, que si herbodietistas que empuñan plantas supuestamente medicinales que sanarán holísticamente nuestro “cuerpomente”. Digo, también, que hallar un texto de nutrición mínimamente fiable tanto en una librería como en Internet es tan difícil como encontrar la aguja en el pajar, o vida inteligente en el Cosmos. Y digo, sobre todo, que la plantilla de embaucadores, créanme, no tiene visos de estancarse o de decrecer. Al contrario, se expande de forma acelerada, como nuestro Universo.

¿Medios irresponsables dice?

Digo. Digo que no es en absoluto raro o improbable ver desfilar por los medios de comunicación, uno tras otro, a los charlatanes recién citados. Siempre nos harán creer que son como Galileo Galilei, por lo que es imprescindible conocer la llamada “falacia de Galileo”: como Galileo se enfrentó a lo establecido y tenía razón, todo el que se enfrente a lo establecido es tan sabio y tiene tanta razón como Galileo. Claro que sí.

Digo, asimismo, que en los medios de comunicación también desfilan, majestuosamente, la industria codiciosa, los sanitarios negligentes y los famosos ambiciosos, sin olvidarnos de la publicidad engañosa, fiel al lema “anuncio con maciza, y asunto terminao”. Y digo, sobre todo, que la mayoría de los consejos dietéticos que aparecen en dichos medios no son fiables. La asignatura “escepticismo” debería ser materia obligatoria y troncal en cualquier sistema educativo.

¿Mala legislación dice?

Digo. Digo que es patético que en nuestro país todavía no existan plazas públicas para el colectivo de dietistas-nutricionistas. Que los pacientes tengan que pagar de su bolsillo el asesoramiento dietético-nutricional genera desigualdades y es fatal para la salud pública.

Digo, también, que es nauseabundo que campen a sus anchas inteligentísimamente diseñados anuncios de productos malsanos dirigidos a lo más valioso y vulnerable de nuestra sociedad, los niños, mientras que Sanidad desvía la mirada o repite el gesto que puso de moda Poncio Pilatos.

Y digo, sobre todo, que es bochornoso que se tolere que los fabricantes de leche artificial para bebés inviertan 150 veces más dinero en publicidad de lo que los gobiernos invierten en la promoción de la lactancia materna. Hasta que la legislación no se diseñe para protegernos de desmanes como los que he citado a lo largo de este escrito, de poco servirán los esfuerzos de educar a la población en materia de alimentación.

¿Qué les han parecido los “obstáculos”? Ahora atrévanse a decirme que la obesidad o la alimentación desequilibrada son culpa exclusiva de la propia sociedad, del individuo.

De hecho, además de obstáculos son flagrantes mentiras que asedian a nuestro intelecto, que termina por ser incapaz de aclararse entre tanta confusión, ante tanto “caos nutricional”. Como dijo un sabio llamado José Saramago “las mentiras son muchas y las verdades ninguna, o alguna, sí, deberá de andar por ahí, pero en cambio continuo, tanto que no nos da tiempo a pensar en ella en cuanto verdad posible porque tendremos que averiguar primero si se trata de una mentira probable”.

Son obstáculos, son mentiras, e incluso diría que son algo más: agresiones. Insultos, empujones, golpes, flechazos, disparos. Son ataques traicioneros a nuestra intimidad, a nuestra seguridad, a nuestra salud. Y es el propio Saramago quien opina que a las agresiones es mejor no responder con actos violentos porque “sólo sirven para justificar acciones igualmente violentas de las autoridades” (libro “La caverna”). De ahí el título de este texto. No me atrevo a enumerar los elementos básicos de este movimiento llamado “resistencia nutricional”, pero sí sé que no deberían ser muy distintos a los de la “resistencia no violenta” de Gandhi.

Y también sé que somos muchos los que no pensamos rendirnos hasta que la salud deje de estar en manos del capitalismo. Aunque para ello tengamos que recurrir al grito de “no pasarán”.

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