"Pedreña no era la casa de la pradera"
Recordamos al célebre golfista que encadenó victorias durante toda una vida
Madrid
Ayer, once cines de todo el país dieron un pase único: único porque solo por esa noche pero, también, porque contaba la historia de un personaje muy recordado. Seve, la película se estrenó el año pasado en Gran Bretaña, donde la fama del golfista Severiano Ballesteros es infinita, como aquella con la que cuenta en España. De hecho, el largometraje que recuerda cómo un niño de nueve años montaba sus propios palos con aquello que encontraba es una coproducción hispanoinglesa.
Seve, entre la ficción y el documental
12:08
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Clasificado como docudrama, ya que alterna el metraje real en el que vemos al deportista con recreaciones de su infancia, la pieza recorre toda una vida: y la Cantabria fina y armoniosa mostrada en la obra contrasta con la España rural del franquismo que, opina el periodista Carlos Arribas, se ha quedado fuera de la cinta. "Pedreña no era la casa de la pradera, ni sus habitantes hablaban como si acabaran de salir de la universidad", anota, en relación a unos años sesenta y setenta en los que las desigualdades se acentuaban al salir de la ciudad.
En cualquier caso, los contrastes de la dictadura sí se reúnen en el campo de golf: y la obra, en la que también actúa el primo de Seve, Gabriel Sota, apoya su trama en la relación entre los señoritos, provistos de miles de palos de golf, y la tradición humilde del pequeño caddy que aprendió a jugar solo con un hierro. De hecho, uno de los principales giros llega cuando el adolescente apuesta, a una partida, decenas de miles de pesetas en una apuesta contra los Botín; huelga decir que gana.
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"Reconozco a Seve en ese niño obsesionado", reitera Sota, conmovido con el resultado de la obra. Mientras la ficción del largometraje va dejando paso al archivo, conocemos las victorias de un jugador que no deja de acumular trofeos, y cuyo funeral, después de una lucha de años contra un tumor cerebral, pareció de Estado. Miguel Indurain, Emilio Brutagueño y el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, no dejaron de agradecer que esta estrella volviera a su casa de Pedreña para pasar sus últimos días.
También la BBC, un año después de que Seve hiciera público su cáncer, quiso concederle su premio a toda una vida. Se lo entregó, emocionado, su compañero José María Olazábal; como emocionados estaban los golfistas con los que había hecho equipo en la Ryder Cup, un prestigioso torneo entre Europa y Norteamérica, —muy a pesar de que, en torneos como el Open o en Augusta, Seve se llevara las victorias más individuales—. Un año después de su muerte, sus colegas escribieron, durante la Ryder, su nombre en el cielo. El pasado abril, tomó su nombre el aeropuerto cántabro.
Y esta misma noche, de la misma manera en que Seve creó una fundación con fines sociales, quienes quieran cuentan con otra oportunidad de verla en el cine. La recaudación del madrileño Palacio de la Prensa se donará a una asociación contra la leucemia. Parece que Seve cumplió aquello de que nunca dejaría la batalla.