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ELECCIONES 24-M

Dos semanas de camas de hotel y dieta a base de bocatas

Veteranos y noveles en las caravanas electorales nos cuentan cómo duermen y comen en estos 15 días de campaña electoral

Cospedal, junto a los periodistas en su caravana electoral. / PP

Cospedal, junto a los periodistas en su caravana electoral.

Madrid

A MargaretThatcher le hubieran sobrado horas de sueño en una caravana electoral española. Cuentan de la Dama de Hierro que dormía cuatro horas al día, no se sabe si era cierto o sólo una exageración de su leyenda. Y la media de horas de sueño de los equipos que acompañan a los líderes políticos en estos 15 días ronda las cinco horas. "Aunque hay días que casi no pegas ojo y te pasas la noche hablando por teléfono porque ha surgido un imprevisto", cuenta José María Arribas, que lleva desde 1996 viajando con las campañas del Partido Popular. Este ya experto en caravanas electorales asegura que no va a repetir hotel en estas dos semanas.

Un viaje sin parar por todo el país, pero no tan bonito como para hacerlo por capricho. Salvo que uno tenga un fetiche especial: "Conozco toda España, pero sobre todo pabellones polideportivos, palacios de congresos, ferias... Se puede hacer una guía de España un tanto alternativa", explica divertido Antonio Barba, que anda embarcado en su cuarta caravana electoral con el PSOE. Un viaje tan largo, con tantas etapas tiene otro punto problemático: las comidas. ¿A quién no le apetece pasar de un día para otro de comer pinchos por Logroño a darle al salmorejo en Córdoba? Pues suena muy bien, "pero al final no tiene tanta gracia si estás todos los días así", matiza, resignado, el popular Arribas. El político burgalés cuenta otro castigo físico: "A veces no queda más remedio que parar en un área de servicio o un aeropuerto y comer un bocadillo. No sé cómo aguanta el estómago los bombazos que le metemos". Arribas no aclara si en su maleta nunca falta un protector estomacal o un digestivo.

Uno de los nuevos, Ciudadanos. Inma Lucas forma parte del equipo más cercano a Albert Rivera, el grupo que nunca se despega de él. ¿Han pagado la novatada con algún imprevisto en su primera gran campaña? "No, la verdad es que no, de momento todo está saliendo bien", responde. Incluso asegura que han podido cuadrar bien los horarios de las comidas, aunque en las cenas "alguna vez toca tirar de bocata". ¿Lo más difícil de esta primera experiencia? "Estar lejos de la familia, pasar muy pocos días en casa. Aunque tengo familia y amigos en varios sitios de España e intento quedar unos minutos antes de los actos". Y eso que la campaña de Rivera está siendo de las más frenéticas, tanto que el líder de Ciudadanos llega a algunos actos tocado de la garganta de tanto clamar por el cambio sensato.

Coincidencias cordiales

Es tal el número de hoteles, que alguna vez el destino reúne a políticos de uno y otro color. Tras las bambalinas, las relaciones entre ellos son más cordiales que de puertas para afuera. Al menos esa es la versión de José María Arribas: "Hemos coincidido varias campañas con líderes del PSOE y sus equipos en el mismo hotel. En un primer momento sí hacemos algún comentario sobre cómo la campaña, pero inmediatamente después hablamos con cordialidad sobre cómo estamos, qué tal nuestras familias y ese tipo de cosas. De lo político solemos comentar más las anécdotas que otra cosa. Y con total normalidad".

Los 15 días de campaña, de caravana, de comidas y cenas a deshoras, de hoteles y camas diferentes, de kilómetros y kilómetros en autobús, tren y avión, tienen un premio. Y no es sólo lo que se consiga en las urnas, que ya se sabe que por tradición en España siempre ganan todos, salvo alguna excepción. El premio está en el descanso posterior. Aunque primero llega "el bajón después de tanta tensión", según el popular Arribas. El socialista Barba explica que hay costumbre de salir a tomar algo la última noche con los periodistas que siguen a los líderes allá por donde van. No hemos hablado de ellos, de los periodistas, de cómo viven, cómo duermen y cómo se organizan para comer y cenar. ¿Corporativismo? Puede. Dejémoslo en lo innecesario de hurgar en la herida.

 
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