La estabilidad
Resultan sorprendentes las constantes loas a la estabilidad y las mayorías fuertes, que han llegado al extremo de que el PP contemple pedir que se repitan las elecciones andaluzas
Madrid
Si hay algo en lo que probablemente estamos de acuerdo todos los españoles es en que la calidad de nuestra democracia deja bastante que desear. Por eso resultan sorprendentes las constantes loas a la estabilidad y las mayorías fuertes, que han llegado al extremo de que el PP contemple pedir que se repitan las elecciones andaluzas.
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
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JAVIER JIMÉNEZ BAS
La estabilidad es una obsesión exclusiva de la clase política española. El origen de este fenómeno se hunde en la dictadura franquista, que intentó legitimarse durante cuarenta años con el argumento de que las democracias son sistemas inestables, y logró imponer esta falacia en la mentalidad de los propios demócratas.
La incultura de nuestros políticos no es una novedad, pero a estas alturas, hasta ellos deberían saber que democracias mucho más antiguas, más perfectas, transparentes y evolucionadas que la nuestra, llevan décadas avanzando a base de pactos constantes entre fuerzas mayoritarias y minoritarias.
Países como Suecia o Dinamarca, funcionan mucho mejor que España con parlamentos muy fragmentados, sin que nadie anuncie el Apocalipsis cada vez que sus líderes se sientan a negociar para pactar un acuerdo de gobierno. Claro, que pactar es una tarea difícil, trabajosa, que exige un nivel ético e intelectual mucho más alto que empujar el rodillo de una mayoría absoluta, el trabajo manual que los políticos españoles confunden con la tarea de gobernar.
La imprescindible regeneración de nuestras instituciones debería empezar por la calidad de quienes las representan. De lo contrario, nunca la culminaremos.