'A cambio de nada'. Adolescencia sin pretensiones
Daniel Guzmán narra su convulsa adolenscencia en esta cinta, ganadora del Festival de Málaga
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Madrid
El actor Daniel Guzmán debuta en la dirección con la historia de un adolescente descarriado muy parecido a sí mismo: “La realidad supera a la ficción”, decía el director queriendo así alejarse de la anécdota autobiográfica y pidiendo universalidad para su opera prima. En efecto, la mayor virtud de este relato iniciático es su universalidad, y sobre todo, la ausencia de impostura. A cambio de nada es una pequeña película sin pretensiones y de su sencillez nace su valor. No hay mirada folclórica a la vida del barrio obrero, ni compasión y juicio al chaval y la disfuncionalidad familiar.
Guzmán se la juega y gana con el cruce de los actores protagonistas no profesionales y su encuentro con grandes figuras del cine. Sabe sacar provecho a su experiencia como actor para dirigir y sacar frescura de los debutantes adolescentes, Miguel Herrán y Antonio Bachiller, éste último magnífico y muy merecido premio a mejor actor de reparto en el Festival de Málaga. También impresiona la apabullante presencia escénica y sobriedad de su abuela, Antonia Guzmán, que a sus 93 años se pone por primera vez delante de una cámara y transmite dignidad y ternura sin caer por el abismo del melodrama baboso. El otro acierto es contraponer grandes veteranos como Miguel Rellán y Luis Tósar, que en sus minúsculas escenas aportan solidez y profundidad a la historia.
A cambio de nada rezuma candor que resulta algo simplón en la relación del niño con el viejo delincuente (Felipe García Vélez) y las canciones de Julio Iglesias que están sobreexpuestas. Una emoción ingenua sobrevuela toda la película, una emoción ya trillada pero que cala por su autenticidad.