Adiós Eduardo

Madrid

Este lunes se ha empezado a torcer a media mañana con la muerte del escritor alemán Günter Grass , pero se ha estropeado del todo a primera hora de la tarde con la muerte de Eduardo Galeano.

Me van a permitir hoy que aparque en esta portada la actualidad política del día y les cuente que la muerte de un escritor, al que conocíamos por sus libros, por sus palabras, por sus reflexiones nos entristece tanto como si fuera alguien muy próximo. Eso nos pasa, bueno, eso me pasa con Eduardo Galeano.

En este programa, en Hora25, habíamos establecido con él una curiosa relación. Utilizábamos sus palabras para describir la injusticia, para dar voz a los que nadie escucha, nos ayudaba a explicar situaciones y momentos que nosotros retransmitíamos. Su sabiduría nos acompañó en Lampedusa, cuando cerca de 400 inmigrantes murieron ahogados a lado de sus costas, en Gaza para explicar como es la vida en una cárcel a cielo abierto. Nos acompañó para entender mejor a Nelson Mandela el día de su muerte, e incluso nos sirvió para entender como estaba un país entero, Uruguay, la noche que, en semifinales, lo eliminaron del Mundial de Sudáfrica.

Teníamos con él una relación curiosa, le mandábamos un fax o hablábamos con su mujer y la respuesta siempre era la misma, ustedes pruébenlo en el momento del programa, y Galeano siempre respondía. Siempre estaba al otro lado del teléfono. Supongo que le sorprendía la insistencia de esa pandilla de locos de una radio española que le buscaba de vez en cuando. Su fidelidad a esta pandilla quedó demostrada cuando, contra lo que nos había advertido, cogió el teléfono después de que Uruguay perdiera en la semifinal del Mundial.

Hoy todo el mundo recuerda, y nosotros lo haremos ahora, las grandes reflexiones de Galeano, pero Galeano también era el que nos respondió al teléfono aquella noche.

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