“Otros países se anticipaban a este cambio. Nosotros trapicheábamos”
Los pequeños ganaderos temen salir perdiendo con la desregulación del mercado comunitario
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Madrid
Tres décadas después, hayan cumplido o no su cometido, las cuotas que marcaban el máximo de leche que podía producir un país son historia. Esta medida, que pretendía garantizar la presencia en el mercado de los ganaderos de todos los países, despejará el camino para las empresas más competitivas. Sin embargo, los pequeños ganaderos no están convencidos de que el cambio vaya a ser para bien; y atrás quedan numerosas convocatorias y protestas, en Asturias y León, sobre qué ocurriría cuando entrata en vigor la norma.
El torpe final de una cuota controvertida
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Aunque la mejor manera de anticiparse al cambio habría sido a través de la creación de grandes consorcios —como los de Francia, Dinamarca o Alemania—, estos opinan que nuestro país no ha hecho los deberes. "La industria lechera española no ha sido leal con los ganaderos. Se repartían las rutas y trapicheaban", cuenta Gaspar Anabinarte, del COAG. También se movía la llamada leche negra, que se movía ilegalmente, y con la que los ganaderos esquivaban, también, la multas al excedente de la Unión Europa.
"Las grandes explotaciones parten con ventaja con o sin cuota", cuenta Joaquín López, de la Unión de Campesinos Asturianos. Sin embargo, el final de las limitaciones favorecerá a los nombres extranjeros, agrupados desde hace tiempo. Aunque Pascual, Central Lechera Asturiana o Industrias Lácteas Asturianas podrían unirse, llegarían tarde para ocupar este nuevo mercado. "Con la cuota ya éramos el sumidero de los excedentes de Europa", anota la ganadera Mercedes Cruzado, que prevé que la distribución olvidará las pequeñas explotaciones en favor de las firmas extranjeras.
"Nuestras vacas pastan en el campo, al aire libre. No podemos crecer todo lo que pedirá el mercado tras la reforma", anticipa esta pequeña propietaria. Su producción tendrá que competir con industrias menos respetuosas hacia los animales. Previsiblemente, los precios bajarán y muchos no podrán rentabilizar sus propiedades. Asimismo, Cruzado lamenta que España no desarrollara una industria de productos lácteos, sino solo de leche líquida.
Hubiera trapicheos o no, como denunciaba Anabinarte, el Gobierno multó a la industria lechera española con más de cien millones de euros. Los grandes grupos habrían pactado, entre ellos, los precios con los que negociarían con los ganaderos, así como se habrían repartido la distribución, en lugar de competir entre ellos —lo que hubiera ayudado a las pequeñas explotaciones—. El mercado comunitario se abrió el pasado 1 de abril y, desde luego, ese tampoco es un buen punto de partida.