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El ejército de Mathew E. White

El músico estadounidense edita ‘Fresh blood’, su segundo álbum tras el fabuloso debut de 2012

Matthew E. White en una fotografía promocional

Matthew E. White en una fotografía promocional

En la vida es más fácil decepcionar que estar a la altura. Quizá estemos más acostumbrados al fracaso y como tal lo aceptemos mejor. Puede que por eso sorprenda tanto el éxito y se valore como algo tan excepcional. Matthew E. White (1982) sorprendió al mundo de la música hace tres años con 'Big inner', un debut excelso que venía producido por el propio White y que presentaba a un músico mayúsculo con una fabulosa capacidad para sintetizar la historia musical y con talento para crear canciones complejas que parecen simples, pero que según las escuchas van mostrando más capas, texturas y secretos. En su nuevo trabajo, White se ha superado entregando un álbum elegante, seductor y con ese poso añejo marca de la casa.

El proceso de creación de este álbum no ha resultado sencillo. La presión es grande cuando el debut apunta y catapulta tanto. Tras presentarse en los grandes festivales del mundo y recorrer el globo en una larga gira repleta de fechas, White ha regresado a Spacebomb, su cooperativa musical, y ha dado forma a los diez cortes de 'Fresh blood'. Entre medias tuvo tiempo de producir el debut de Natalie Prass, una vieja amiga del instituto a la que la amistad ha sentado muy bien.

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Hay grupos que triunfan pronto y a los que el éxito devora a la par que la gente los olvida. No parecía el caso de este músico de Virginia. Sus canciones tiene una conexión con el pasado que las propulsa al futuro y White, conocedor del oficio y hombre tranquilo, ha trabajado sin prisas y alejado de la presión. Sus canciones lo requieren, cada una de ellas es un trabajo minucioso que precisa de atención e inspiración. El resultado justifica la tardanza de este nuevo disco. La elaboración es tan precisa que a cada escucha el disco parece otro, las canciones diferentes, la esencia la misma. Para esta aventura el estadounidense se ha rodeado de un ejército de amigos que dotan de profundidad a las canciones. A su banda de bajo, batería y guitarra hay que sumar una sección de vientos formada por nueve músicos, otra sección de cuerdas en la que participan catorce intérpretes y tres coristas. El resultado de este batallón de músicos es un disco sencillo a primera vista pero tremendamente complejo. Todo un talento el de este artista para juntar a tantos músicos y ofrecer un sonido tan limpio y nítido en un disco redondo y coherente que mantiene la emoción a lo largo de sus diez cortes y que presenta canciones tan memorables como 'a Take care my baby', el tema que abre el disco, 'Rock and Roll is cold', primer single, o 'Tranquility', que está decidida al fallecido actor Philip Seymour Hoffman. Una obra detallista y sincera que figurará sin grandes discusiones entre lo mejor de este 2015.

 
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