¿Cómo se llama?

Madrid

La semana pasada creía que lo habíamos visto todo, pero no. La traca final estaba por llegar. Ya no se trata de que la Agencia Tributaria desobedeciera al juez Ruz resistiéndose a informar sobre un posible delito fiscal del PP, sino de la forma en que ha acatado este requerimiento. El escándalo engorda el escándalo. Antes de que el informe llegara al juzgado, el ministerio de Hacienda repartió un comunicado en el que equiparaba al PP con cualquier ONG que empleara donaciones ilegales para dar de comer a niños pobres, porque un partido político, decía el documento, carece de ánimo de lucro. ¿Perdón? Es como para echarse al monte, comentó Iñaki Gabilondo con toda la razón, pero todavía hay más. Hay tanto, que el perito de la Agencia Tributaria que hizo el informe se permitió el lujo de calcular el supuesto fraude fiscal con criterios distintos a los del juez, haciendo malabarismos para conseguir rebajar la cantidad final, e incluso se atrevió a proponer un cálculo alternativo que nadie le había pedido para conseguir un resultado que exonerara de toda culpa al partido en el gobierno.

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Y yo me pregunto, ¿quién es este señor o señora? ¿Por qué no sabemos cómo se llama, si ha militado o no en algún partido, si ha ocupado o no algún cargo público, si era o no la persona más capacitada para hacer este informe? La Agencia Tributaria conoce muy bien los nombres, los apellidos de todos nosotros. Cuando se atreve a interponerse en el camino de la justicia, como mínimo debería dar la cara con un nombre, unos apellidos y un DNI, ni más ni menos que lo que exige de cualquier ciudadano.