¿Por qué el Estado Islámico quiere borrar el pasado?
La comunidad internacional ha condenado la destrucción de yacimientos y museos iraquíes por parte de la organización yihadista
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Ruinas de Nimrud (Irak) en 2001 / KARIM SAHIB (AFP)
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Los fundamentalistas del Estado Islámico parecen estar particularmente motivados con su nuevo objetivo: destruir el patrimonio de la humanidad. En los últimos días seguidores del grupo terrorista han emprendido ataques contra un museo de Mossul y han borrado del mapa dos antiguas ciudades de la provincia iraquí de Nínive. Si a principios de semana dieron la vuelta al mundo las imágenes de los radicales golpeando con mazos y martillos eléctricos, estatuas y esculturas mesopotámicas de más de 3.000 años de antigüedad, ayer el ministerio de turismo iraquí daba a conocer un ataque brutal por parte del Estado Islámico contra la ciudad de Nimrud utilizando bulldozers y excavadoras.
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La UNESCO, organización dependiente de la ONU que se encarga de proteger el patrimonio cultural de todo el mundo, condenó los ataques, llegándolos a calificar, en palabras de su directora, Irina Bokova, de "crímenes de guerra". Este sábado se ha confirmado la destrucción total de una segunda ciudad iraquí, en este caso, se trata de la ciudad de Hatra, un enclave ancestral que data del año 200 antes de Cristo.
¿Por qué este afán de destruir el patrimonio?
Todo indica que no hay una única razón. Detrás de estos actos hay motivaciones esconómicas. El Estado Islámico no sólo destruye el patrimonio. Hace negocio con él. Según han publicado varios medios internacionales, centenarse de coleccionistas privados están dispuestos a pagar mucho dinero con tal de hacerse con piezas únicas, sin importarles que lleguen a sus manos ilegalmente. Antes de destruir las ciudades, los yihadistas saquean los yacimientos con el fin de recuperar piezas que luego venden o introducen en subastas públicas en occidente, tras lograr blanquear su origen. Sin ir más lejos, según han informado fuentes kurdas, antes de derribar los muros de Hatra, los yihadistas se han llevado todos los objetos de valor que han encontrado a su paso, entre otros, piezas milenarias de oro y plata.
Pero además de las cuestiones económicas, también las hay religiosas. Porque los integristas del Estado Islámico (o DAESH), además de mostrarse en contra de las arte figurativas, consideran que las estatuas y los relieves representan a "falsos ídolos que deben ser destruidos". También todo apunta a que están utilizando estos ataques como una nueva forma de propaganda, enviando un mensaje a los occidentales, que tanta importancia dan a la historia y al patrimonio.
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