El pacto y los halcones

Madrid

Europa busca desesperadamente el acuerdo y huye de la confrontación en todos sus frentes. La memoria europea de la guerra y el conflicto es tan dura y tan reciente que actúa como antídoto contra cualquier aventura. En sus opiniones públicas y en sus dirigentes. De un color político o de otro. Por eso en Minsk o en Bruselas, en las últimas horas, las dos cumbres que buscaban acuerdos muy diferentes: uno para Ucrania otro para Grecia, se cierran con señales inequívocas de la apuesta europea por el pacto, el consenso, la búsqueda, por difícil que resulte, de lo que une más de lo que separa para evitar el conflicto final. Por más que en el viaje todo el mundo extreme sus posturas para salvar la cara ante sus ciudadanos. Es verdad que Ucrania no es un asunto exclusivamente europeo, que ahí intervienen otras dinámicas y el resultado final es todavía incierto. Pero la postura de Merkel y Hollande es inequívoca.

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Por eso sorprende aún más que en el tema de Grecia, que sí es un asunto estrictamente de europeos y cuando el gobierno de Tsipras da señales explícitas también de no querer romper la baraja, el Gobierno español se convierta en el estandarte de la dureza, en el más exigente e inflexible ante cualquier modulación de las políticas de austeridad a ultranza que seis años después del comienzo de la gran crisis, no han servido para desatascar la estancada economía de la zona euro. Y con argumentos tan peregrinos como que aquí no se subieron las pensiones por ayudar a Grecia. Esperemos que los alemanes no hagan cuentas de cuánto podrían haber subido su salario mínimo si no hubieran tenido que rescatar a Bankia.