Exceso de vanidad

Madrid

La política se parece ahora a un tren chiquito, en el que todo el mundo busca un sitio donde sentarse. Ese quítate tú para ponerme yo, esa lucha por el poder que ejercitan también los que dicen que no quieren el poder sino servir a los ciudadanos, es un espectáculo que acrecienta sus grados a medida que se acercan los ciudadanos a las urnas. Como en otros oficios, el literario, el periodístico, entre otros, en la política no hay autocrítica sino vanidad, la imperiosa necesidad de cumplir una ambición para la que uno y otros se sienten dotados de tal manera que no consideran que el rival, incluso el rival entre los suyos, puede ser mejor o más conveniente.

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