Españoles en campos nazis
Carlos Hernandez nos presenta 'Los ultimos españoles de Mauthausen' con muchas de las claves que explican la muerte de españoles en campos de concentración nazis
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FOTOGALERÍA | Rosas en una de las vías que conducía a los campos de concentración / Carsten Koall (Getty Images)
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Madrid
Dispuestos a no olvidar para no cometer las mismas aberraciones. Se conmemora el 70º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. El horror, la muerte, el hambre, las cámaras de gas, la discriminación más brutal, el miedo.
Un paseo por Auschwitz 70 años después
05:07
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Auschwitz, la "piedra roseta" para entender los desafíos en Europa, para recordar, para entender nuestro pasado y buscar un futuro. Así define el campo de exterminio Joaquín González Ibañez, codirector del Instituto Berg y profesor de Derecho Internacional de la la Universidad Alfonso X el Sabio. "Auschwitz se convierte en un icono de lo imposible, de lo irracional, de la fábrica que produce muertos, pero también es un icono de la narración de Europa. Auschwitz permite entender las responsabilidades del presente y del futuro, en particular por la memoria", explica González Ibáñez en 'Hora 25'.
Españoles en campos nazis, las voces de la barbarie
46:50
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“Vosotros que entráis aquí, dejad aquí toda esperanza”. Esta frase, estas palabras, son las primeras que los prisioneros leían a la entrada del campo de concentración de Mauthausen. El campo nazi que en el que murieron más españoles. Por allí pasaron 7.000 republicanos españoles de los que 2.000 consiguieron sobrevivir. Lograron no dejar allí toda la esperanza. En el campo de Mauthausen no se aplicaba la “solución final” contra los judíos, como sí ocurría en Sobibor, Treblinka o Auschwitz. El periodista Carlos Hernández acaba de publicar 'Los últimos españoles de Mauthausen', un libro en el que recoge las historias de miles de españoles para recuperar su voz y la memoria. Un camino para señalar a los culpables, esa deuda pendiente. "Hasta ahora se ha dicho que Franco era cómplice pasivo, no es así, Hitler le hizo el trabajo sucio que Franco le pidió que hiciera", señala.
![José Alcubierre Pérez, a la izquierda, y Sigfried Meir, a la derecha, en los estudios de 'Hora 25'](https://cadenaser.com/resizer/v2/MGEWJXRZEVL2JBZJXRS4GFMNGU.jpg?auth=9c5f3edd9257c58b93070598915c72d5d81a1d6c83b2e1f1703ee6a3e7223d80&quality=70&width=650&height=365&smart=true)
José Alcubierre Pérez, a la izquierda, y Sigfried Meir, a la derecha, en los estudios de 'Hora 25'
![José Alcubierre Pérez, a la izquierda, y Sigfried Meir, a la derecha, en los estudios de 'Hora 25'](https://cadenaser.com/resizer/v2/MGEWJXRZEVL2JBZJXRS4GFMNGU.jpg?auth=9c5f3edd9257c58b93070598915c72d5d81a1d6c83b2e1f1703ee6a3e7223d80)
José Alcubierre Pérez, a la izquierda, y Sigfried Meir, a la derecha, en los estudios de 'Hora 25'
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Dos de esos españoles que vivieron el horror de los campos de concentración son José Alcubierre Pérez, el prisionero 4.100, y Sigfried Meir, que llegó a Mauthausen con ocho años y nunca podrá saber por qué. Todos sus compañeros fueron gaseados.
“Mauthausen no se puede olvidar”
José Alcubierre Pérez no se separa de un colgante, una medalla con su número –el 4.100– y el de su padre –el 4.218– porque como dice “Recuerdo siempre Mauthausen, no se puede olvidar”. Con su padre llegó a Mauthausen el 24 de agosto de 1940, con 15 años, después de cuatro días de viaje. “Nos quedamos 4 o 5 horas después en la estación general, detrás del campo, los 927 que íbamos, mujeres, hombres y niños”, relata con la voz entrecortada. Allí le separaron de su madre y se quedó con su padre hasta que murió. Incide en el verbo: “A mi padre lo mataron, no murió, lo mataron”.
José Alcubierre Pérez: “Mauthausen no se puede olvidar”
06:13
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Aquello, la muerte de su padre, fue siete meses después de su llegada, el 24 de marzo de 1941, después de que le trasladaran al subcampo de Gusen, dependiente de Mauthausen. José recuerda exactamente el último momento en el que le vio, cuando le trasladaron, pero no supo cómo murió hasta que un “camarada” le contó que su padre había muerto de una paliza. “Iban siempre tres maños juntos y un día cargando piedras uno de ellos cayó y empezaron a pegar a ese que cayó y los otros dos lo querían custodiar, no defender porque no lo podían defender. Entonces el cabo sacó el pito, pitó, vinieron otros cabos y se liaron con ellos a palizas y mataron a los tres, uno de ellos era mi padre”, cuenta con la voz rota pero firme.
“Cuando ve muertes como algo cotidiano, un niño se acostumbra”
Sigfried Meir tenía ocho años cuando llegó a Auschwitz antes de ir a Mauthausen. Lo único que recuerda antes de los campos fue el momento en el que comenzó todo, “los problemas de antisemitismo”, cuando “ya no podía jugar con los amigos ni ir a la escuela ni a comprar a la tienda en la que compraba siempre”. Recuerda que preguntaba a su padre el porqué de esa situación y siempre le respondía que era demasiado pequeño, que eran “cosas de política” y le remitía a su fe, judía: “Mi padre me decía “No te preocupes porque somos protegidos de Dios, Dios nos protege, no nos pasará nada”, rememora en los micrófonos de ‘Hora 25’. Asegura después que tuvo momentos de odio hacia su padre por aquello porque, como niño, se sintió engañado por él. “Cuando ves muertes como algo cotidiano, casi cada día y ves cadáveres en la barraca, ves un montón de cosas que un niño no puede entender pero que al mismo tiempo se acostumbra”, explica.
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Asegura que tuvo suerte. Su madre le escondió durante los dos escasos meses que vivió, antes de morir de tifus. Tras su muerte, él tenía que dejarse ver. “Cuando salí al recuento yo estaba convencido de que me iban a matar porque todos me decían que los niños no sobrevivían”, asegura. Sin embargo, cuando salió y contó su situación no acabó muerto, algo que cree que tiene que ver con su pelo rubio, sus ojos azules, su buen alemán y su nombre, típicamente germano. “Esa mujer, me tocó el pelo y me dijo “ya que estás aquí, quédate”, recuerda.
A partir de ese momento sobrevivió. A los nueve años le mandaron al campo de los hombres y contrajo el tifus pero también sobrevivió. “Cada vez que me salvaba de algo me sentía más fuerte”, sentencia. Y fue lo suficiente fuerte como para mantenerse con vida hasta la liberación del campo.
Sigfried Meir: 'Cuando la muerte es algo cotidiano, un niño se acostumbra'
06:03
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