La firma de Angels Barceló del jueves 22 de enero

Madrid

Hoy hemos conocido nuevos datos del paro. Los de la Encuesta de Población Activa, son buenos, son esperanzadores , pero, como cada vez que hay datos, tienen mucha letra pequeña. Primero lo bueno: hay 478 mil parados menos que hace un año. Luego lo malo, que sigue habiendo cinco millones y medio de parados y lo último, lo preocupante la calidad del nuevo empleo, de los nuevos puestos de trabajo.

El gobierno es optimista, algunos de sus miembros excesivamente optimistas, como la ministra del ramo Fátima Báñez que habla de empleos de calidad, ella instalada en ese mundo paralelo en el que a menudo habita el PP, pero la realidad es que la cifra total de desempleados sigue muy por encima de los niveles previos a la crisis y por encima, también, de las cifras que Rajoy encontró cuando llegó a Moncloa.

Y aquí está el quid de la cuestión. La obsesión del PP ahora mismo es conseguir rebajar esa cifra, aunque sea poco, lo justo para poder decir que ya hay menos parados de los que dejó Zapatero. En Moncloa hacen sus cálculos y creen que esto puede ser así en primavera. Es la gran esperanza. El argumento de su discurso para lo que quede de año electoral, sobre todo de cara a las generales.

El PP tiene perdida la batalla de la corrupción, con Bárcenas fuera de la cárcel y con un inquietante y desconocido calendario judicial que puede entrometerse en sus planes de campaña. La recuperación económica es su baza y la recuperación del empleo sería de traca. Solo hay un problema, ¿de qué empleo estamos hablando? Porque cuando hable el PP le hablará a la gente, no a las cifras ni a los porcentajes, le hablará a las personas, a las que no tienen empleo y a los que lo tienen de calidad deficiente. Una sola palabra, empleo, puede tener significados diferentes para unos y para otros.