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La ponzoñosa industria del detox

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Opino que tanto la educación primaria como la secundaria deberían incluir una nueva área de conocimiento denominada “escepticismo”. Podría añadirse perfectamente en el plan de estudios a las áreas ya establecidas. Estoy seguro de que hay información suficiente como para crear una materia tan sólida como las matemáticas. De hecho, podría complementar tanto a las matemáticas como al conocimiento del medio, la química o la historia.

Si yo fuera el profesor, el primer día de clase les mandaría, de deberes, enumerar motivos por los que no resulta conveniente hacer deberes. El segundo, les haría razonar en clase por qué deberían dudar de mi validez como docente y les haría ver el reportaje “Recreación del experimento de Milgram sobre la obediencia”. Y el tercero ya entraría en materia: les explicaría, por ejemplo, por qué cuando nos hablan de dietas o productos depurativos, o “detox”, debemos dar media vuelta y correr en dirección contraria.

Por suerte, dispongo de documentación suficiente, tanto divulgativa como académica, para “esceptificar” a los alumnos en relación a las falsas, ilegales, peligrosas e insultantes declaraciones de salud que utiliza la industria del “detox” (porque, no lo duden, es una industria floreciente). De entre la documentación divulgativa, contaría, por ejemplo, con el magnífico texto “Dietas depurativas: tan abundantes como absurdas”, que redactó Juan Revenga (@juan_revenga) en su siempre recomendable blog “El nutricionista de la general”. También con uno titulado “Batidos verdes, o por qué el zumo color hierba no desintoxica los siete males” que firmamos el periodista Antonio Ortí y yo mismo en el blog “Comer o no comer”.

En cuanto a la documentación académica, además del Real Decreto 1907/1996 sobre publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria (ese que se saltan a la torera todos los empresarios del “detox”), acudiría al texto “Las dietas detox para eliminar toxinas y controlar el peso: una revisión crítica de la evidencia científica”, recién publicado por los Dres. Klein y Kiat en la revista científica Journal of Human Nutrition and Dietetics y cuyo resumen pueden leer en este enlace.

En su excelente revisión, estos investigadores australianos detallan que no hay pruebas que avalen el uso de las dietas comerciales “desintoxicantes” para el control de peso o para la eliminación de toxinas. En sus palabras, estamos ante “afirmaciones sin fundamento”. Era de esperar, claro.

Pero añaden dos cositas más. La primera es que el costo financiero que supone para los consumidores seguir estas “dietas” no es moco de pavo. ¿Le sobran los euros? ¿Tanto como para regalárselos a un charlatán? A mí no, se lo aseguro. Y la segunda “cosita” que detallan los Dres. Klein y Kiat es que el “detox” puede perjudicar nuestra salud. De ahí que yo haya titulado este texto “La ponzoñosa industria del detox”.

Los principales riesgos son los relacionados con la restricción energética severa que acompaña a algunas de estas (malas) prácticas, que genera desequilibrios nutricionales e incluso alteraciones graves que pueden conducir a la muerte. Sí, sí, muerte. A finales de 1970 nada menos que 60 personas murieron a causa de una dieta cuyo apellido desoyeron los incautos adeptos que la siguieron “La dieta de la última oportunidad”. Y tanto que era la última. La última de su vida.

¿Más riesgos de las dietas “detox”? ¿Qué tal sobredosis de suplementos, laxantes, diuréticos e incluso de agua, así como intoxicación con cócteles de “plantas medicinales”? Feo, muy feo…pero cierto.

Klein y Kiat inciden en la falta de regulación y control en la industria de las “dietas detox”, lo que permite que campen a sus anchas cientos de productos engañosos y peligrosos. Algunos incluso tienen ingratas “supresas” en su interior, tal y como expliqué el 9 de diciembre en el texto “Sorpresas ocultas en los complementos alimenticios”. Como es lógico, en las conclusiones de su artículo, los investigadores australianos animan a los profesionales sanitarios a desaconsejar estas “dietas” y estos productos. Así que ya ven, su revisión resulta la mar de útil para mis hipotéticas clases de escepticismo dietético-nutricional.

Por último, si creen que deben desintoxicarse, lo que deberían hacer no es tomar un mejunje elaborado con agua purificada, zumo de limón y canela, aderezado con sirope de savia, sino pedir ayuda para dejar de fumar (en su caso), recordar que “cuanto menos alcohol mejor”, dejar de comer tantos alimentos malsanos y huir del sedentarismo. Ah, y huir también de los charlatanes, cuya sola presencia ya intoxica nuestra mente.

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Nota: Muy agradecido a mis amigos Mar Alegre y Juan Revenga (@juan_revenga) por su revisión de este texto.

 
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