¿De qué forma ayudamos de verdad?
Jugamos contra el equipo en donde milita el mítico David Trezeguet y el español Iván Bolado, entre otros. Hasta aquí por hoy de fútbol.
Pune
Buenas tardes desde Pune, dónde podemos volver a liderar la Hero Indian Super League nuevamente. Jugamos contra el equipo en donde milita el mítico David Trezeguet y el español Iván Bolado, entre otros.Hasta aquí por hoy de fútbol.
Os he contado en otras entregas, que estoy viendo cosas muy sorprendentes aquí, en India. Muchas cosas chocantes. Muchas cosas a las que no sólo no estoy acostumbrado, sino que no había visto nunca.
Os he contado que sabía a lo que venía y que sabía que vería cosas que no me gustarían. Pero hasta hoy, ninguna me había impactado tanto. Hace días que no escribo, ya que no he hecho nada interesante últimamente. La vida que llevamos es muy tranquila normalmente. Vivimos en un hotel de cinco estrellas, con un buen gimnasio, un buen restaurante, una buena piscina, unas buenas habitaciones, etc. Puede hacerse pesado el estar aquí mucho tiempo, pero para mí, en solamente tres meses, con partidos y viajes en medio, más alguna excursión por la ciudad, se me hace bastante llevadero, así que no había nada respetable o sorprendente que contar.
Así que hoy por la mañana decidí acercarme a un centro comercial al lado del hotel en el que nos alojamos en Pune. Normalmente no suelo ir a ellos, no me gustan, me agobian, pero ya que mis compañeros me hablaron bien de él - los de Calcuta son un desastre - y había un par de tiendas que me interesaban… Se encuentra a diez minutos caminando así que esta vez pasamos del servicio de coches del hotel.
Por el camino nos encontramos a mucha gente pidiendo en la calle. Gente que te rodea, que “usan” sus discapacidades para conseguir limosna. Te rodean, se ponen delante y no te dejan casi avanzar. Aunque es algo que me habían dicho, no lo había experimentado. Se hace duro verlo y se hace duro no poder ayudarles, ya que alrededor hay muchos más esperando a que saques una rupia para volcarse hacia ti. Prefiero no describir el estado en que se encontraban ni los problemas físicos que tenían.
Eso se hace duro, pero más duro es, cuando seguimos caminando y los que nos abordan son niños. Siete u ocho niños y niñas rodeándonos, metiéndose delante, sin parar de sonreír, pidiéndote dinero para comer.
Fueron pegados a nosotros unos cuantos metros, sin darse por vencidos, hasta que estábamos en la puerta del centro comercial. Ahí ya no hace falta que les digan nada los de seguridad, ellos mismos se paran.
Cuando llegamos hace más de dos meses, nos dijeron que no nos afectaría esta situación, ya que detrás de ellos están sus padres y es una de las mayores mafias que hay aquí -eso nos dijeron-.
Se aprovechan de ello ya que saben que con los niños eres más sensible y vulnerable, y es verdad. Dicen que parece que al darles limosna les ayudas, pero ellos solo son un instrumento para que otros se aprovechen.
Yo era la primera vez que lo vivía, pero mis compañeros ya lo experimentaron hace unas semanas. En un semáforo, uno abrió la ventana y le dio unas rupias a un niño. En seguida rodearon el coche un montón de chavalines y cuando el conductor arrancó, uno de ellos se colgó de puerta, que aún tenía la ventana abierta, para conseguir más.
Por suerte - suerte es una manera de hablar, ya que yo creo que por destreza y práctica - se soltó a tiempo de cruzarse con más coches y coger velocidad.
Salimos de nuevo a la calle y nos dirigimos de vuelta al hotel. Nada más salir, nos volvieron a abordar dos niños esta vez. Le dije a un compi que sacara una foto, ya que yo iba delante con los dos peques y ellos detrás. Dos niños de entre seis y ocho años, calculo.
Descalzos, sin perder como dije antes la sonrisa, pidiéndome dinero para comer. Y dándome conversación para ganarse mi confianza. Ya no es cuestión de darles dinero o no. Darles no te ayuda a sentirte mejor. Verles en esa situación, te parte el alma. Aunque lo hagas, va a seguir igual, nada vas a cambiar. Le dará el dinero al que lo explota y que seguramente le esté vigilando. Y lo es, pero de todo es que son muchos los que están en esa situación. No son casos aislados.
Seguimos caminando y vemos, como unas madres sentadas en la acera, animan a sus hijas, más pequeñas que los anteriores niños, a salir de su lado y dirigirse a nosotros a pedir. Directamente vieron un bulto en el bolsillo de mi pantalón y echaron la mano a él. No para robarme -eso creo -, sino para decirme que ahí estaba lo que querían. Cuatro años tenían, no más. Es muy duro.