El papa Francisco llamó

Madrid

El papa Francisco recibió una carta de un joven profesor universitario de Granada que fue víctima en su infancia de abusos sexuales por parte de un sacerdote. Se informó, comprobó que exista una investigación en curso sobre una red de corrupción de menores integrada por sacerdotes y laicos de esa diócesis española, y se apresuró a llamar por teléfono a ese angustiado joven para pedirle perdón en nombre de la Iglesia y rogarle que le visite en el Vaticano.

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Hasta ahora, por lo que se ve, ese joven solo había recibido apelaciones al silencio y a la abnegación por parte de la jerarquía eclesiástica española ante la que denunció inicialmente los hechos.

La historia, que se supo ayer, tiene dos vertientes. Una evidente, la personalidad del nuevo Papa, tan distinta de la jerarquía española, una jerarquía tan dispuesta a la ceguera y tan incapaz de auxiliar a los necesitados, tan falta del sentimiento de solidaridad con sus semejantes.

La segunda vertiente, es que la presencia de sacerdotes en redes de pederastia sigue ocultándose en este país. La pregunta que el arzobispado de Granada debe responder inmediatamente es si, además de retirar a los sacerdotes del contacto con jóvenes, les denunció ante el juzgado de guardia. Porque solo así podrán recuperar la jerarquía de la Iglesia un mínimo de credibilidad. No pueden esperar que el papa Francisco lo haga todo, él solo.