El editorial de Pepa Bueno: "Podemos volvernos locos"

Cuando acabe este año 2014 habrá que hacer balance de las caras que han desaparecido de la vida pública. Unos porque han dado un paso atrás, sin más, para facilitar el relevo. Otros arrollados por los resultados electorales. Y muchos han tenido que irse porque no tenías más remedio. Como Rodrigo Rato, ex-vicepresidente del gobierno de España, ex gerente del Fondo Monetario Internacional, ex presidente de Bankia, que se ha resistido hasta el final, pero ayer pidió la baja en el PP antes de que el PP le diera de baja. Rajoy sigue viendo caer gente a su alrededor sin mover un músculo, sin que ni él ni Aznar se sientan en la obligación de dar explicaciones o pedir disculpas por haber confiado la gestión del dinero de todos con el resultado de este monumental fiasco.

A Rato le atribuye el PP el éxito de su gestión económica en los gobiernos de Aznar. Esperemos que entonces se enterara mejor de lo que firmaba porque ante el juez ha dicho que no sabía que las tarjetas eran ilegales, que no sabía lo que declaraba a Hacienda en su IRPF, que heredó todo el procedimiento sin cuestionarlo, vamos que no pensó en ningún momento en que una entidad en ruinas, como estaba ya la caja cuando él asumió la presidencia, debe recortar gastos. Ni se le ocurrió mirarlos, por lo que vemos. Tampoco Blesa tuvo tiempo en 13 años de mandato de preguntar cómo era aquello de las tarjetas ni de comprobar si fiscalmente estaban en orden.

Mañana tienen que depositar los dos su fianza. Y la guinda de todos estos carísimos despropósitos puede ser que la aseguradora de la Caja le pague a Blesa -incluso a Rato- la fianza por su contribución al hundimiento la Caja. El juez rechazó ayer pedir directamente los 16 millones a Mapfre, pero no puede impedir que el abogado de Blesa los pida. Todos están leyendo ahora la letra pequeña del seguro de 100 millones de euros con el que la Caja-Madrid cubría a sus directivos. Para averiguar si los cubría también por los actos que cometieran contra la propia entidad. Para volvernos locos.