La alcaldesa de Lampedusa lamenta la hipocresía de Europa frente a la inmigración

Lampedusa

Giuseppina Nicolini es la alcaldesa de Lampedusa desde mayo de 2012. La isla que gobierna el centro izquierda tiene 5.800 vecinos que han aprendido a convivir con la inmigración. Los vecinos resuelven los problemas inmediatos que no cubren ni la Unión Europea, ni el estado italiano: "los vecinos les visten, les dan cobijo y comida".

Giuseppina Nicolini se sintió desolada cuando una Delegación del Consejo de Europa la visitó para conocer la realidad de la isla: "estaban más preocupados por el sistema de identificaciones que por nuestro día a día". Les explicó que las políticas no son sólo inhumanas hacia quienes mueren ahogados, sino también son injustas para las poblaciones que viven en los límites que Europa ha querido convertir en frontera. La respuesta, cargada de sarcasmo, fue: "Ah, pues entonces pedid la independencia de Europa".

Ese sarcasmo no es el único reproche que dirige a la Unión Europea. También le duele la distancia entre la Europa jurídica y la Europa política. Recuerda que el Tribunal de Estrasburgo condenó a Italia en 2011 por alejar a los barcos de inmigrantes en alta mar. "Repelerlos cuando intentan llegar es un delito, además de que es indigno desde el punto de vista ético. Así no se afronta el problema, y tampoco dejándolos morir".

La alcaldesa de Lampedusa entiende a los vecinos de Ceuta, Melilla, Islas Canarias y a las pequeñas islas del Mar Egeo. "No es un problema sólo nuestro, es un problema de todas las "Lampedusas" de Europa. Estamos todos en la misma isla, todos estamos en el mismo barco. O nos salvamos ellos y nosotros o nos ahogamos todos: ellos y nosotros".

Es un problema histórico

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La alcaldesa de Lampedusa trabaja con una convicción: "es una realidad de nuestra época y tenemos que aprender a gestionarla". Pide a Europa y a los estados que comprendan que "estamos ante una página de historia, una realidad de nuestra época. Las razones de estos viajes no terminaran mañana. Mañana no terminará la guerra, ni el hambre, ni la persecución, ni las emergencias medioambientales que les traen aquí. Tenemos que gobernar estos procesos y no podemos ser cómplices de este grave delito de dejarles morir, ni provocarles la muerte ni tampoco la solución es lanzarles pelotas de goma". Mientras Europa e Italia no le prestan el apoyo prometido, sólo le tranquiliza notar el "cambio de mentalidad de los ciudadanos que ya entienden que es un problema que afecta a todos. Eso lo demuestra que a los habitantes de Ceuta o Melilla les pueda interesar cómo lo vivimos nosotros"