¿Qué cárcel merece un tartazo?
Cada día, Isaías Lafuente plantea el tema polémico del día en el arranque de 'La Ventana'
Se juzga en la Audiencia Nacional a cuatro personas acusadas de lanzar tres tartazos a la presidenta navarra Yolanda Barcina. Es de conocimiento público que uno no debe ir tirando tartas a nadie, salvo que esté en una fiesta de confianza y haya calibrado el sentido del humor de la diana. Lanzar una tarta a alguien es una forma de agresión que requiere respuesta y si la agredida ostenta un cargo de representación popular el reproche debe ser mayor, para que no cunda el ejemplo. Pero los nueve años de cárcel que solicita la acusación parecen desproporcionados.
No soportan la comparación con la exigua condena mensual por la catástrofe del Prestige, ni es fácil asimilar que lanzar una tarta sea más castigado que torturar a un ciudadano: menos de siete años recibieron tres mossos torturadores luego indultados. Tampoco con el año de cárcel que le cayó al periodista iraquí que lanzó sus zapatos a Bush. En el nuevo Código Penal las condenas solicitadas se asimilan con delitos de trata de personas, agresión sexual o lesiones físicas al rey de España. Si se pretende ejemplarizar quizás el mensaje que se lance a próximos agresores reposteros es que por el mismo precio se pueden arriesgar a acciones más graves. Como diría Miguel Ángel Aguilar, atentos.
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