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El soufflé de Falsarius chef: Arroz con leche aflanado

Estaba yo reponiéndome del susto de los presupuestos apocalípticos que se nos vienen encima y me he dicho, esto necesita un postre. Los moralmente gordos lo solucionamos todo siempre igual. ¿Desengaño amoroso? Helado Häagen Dazs de chocolate. ¿Líos en el trabajo? Tortitas con bien de nata ¿Presupuesto generales del estado apocalípticos? Arroz con leche. Y a eso me he puesto.

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Lo malo es que, debe ser la edad, pero últimamente cada vez que me pongo con el cacito y el fuego a hacer un arroz con leche, es que me siento la abuelita de Caperucita. Yo para mí que va a ser por los lobos que cada vez que lo preparas te comen la moral. Esos pelmazos (o pelmazas) que cuando lo prueban siempre dicen cosas del tipo "no está mal, pero como el de mi madre...", o "mi abuela si que lo hacía rico". Y dan ganas de decirle, claro, bonita, es que en tiempos de tu abuela, además de canela, le ponía piel de escroto de tiranosaurio, y eso da muy buen sabor. Pues bien, eso se acabó. He decidido dar un paso más, quitarme el blanco moño de abuelita, soltarme el refajo (uy, qué gusto) y hacer que el arroz con leche entre en la modernidad. Y así se acabaron las odiosas comparaciones. Porque mi arroz con leche es tan chulo, tan moderno y tan especial que es un flan.

Ingredientes

1 vasito arroz de los que vienen preparados para el microondas, 30 cl. de leche, 2 cucharadas de miel, 1 paquete pequeño de flan (el de 4 flanes, 148 gramos) y canela en polvo.

Preparación

Ponemos la leche a calentar. Cuando hierva, añadimos el arroz, previamente descompactado con la mano y lo dejamos hacerse durante 3 minutos, removiendo de vez en cuando. Pasado este tiempo añadimos las dos cucharadas de miel, un poco de canela en polvo, mezclamos, y dejamos que se siga haciendo un minuto más. Retiramos del fuego y añadimos, poco a poco y removiendo, la mitad del contenido de nuestro sobre de flan (que es más o menos la que correspondería a la cantidad de leche que hemos puesto). Lo volvemos a poner a fuego suave, dándole vueltas de vez en cuando para que no se pegue, hasta que hierva, y lo retiramos del fuego. Lo ponemos en un pequeño recipiente de cristal (o en un par de ellos, que cunde mucho), lo dejamos enfriando en la nevera, y cuando esté cuajado lo cubrimos con mermelada de frutas del bosque (o similar). Impresionante.

 
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