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Una mirada a la agricultura del pasado: "En todas las casas había animales y echábamos la basura al estiércol que luego iba al campo"

Santiago Munárriz, ganadero navarro de Salinas de Oro, recuerda las décadas en las que se vivía de forma más sencilla y sostenible

Una mirada desde Navarra a la agricultura del pasado y a la sostenibilidad

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Pamplona

España ha llegado a su sobrecapacidad en los cinco primeros meses del año. Los recursos disponibles para gastar a un ritmo asumible para el planeta los hemos agotado en 141 días de 365. Reducir nuestro impacto medioambiental a fin de preservar el planeta es una máxima cada vez más aceptada, pero también se normaliza el aumento en el gasto de recursos. Desde los años 70, esa fecha de sobrecapacidad ha ido adelantándose en el calendario, hasta un punto en que ahora necesitaríamos más de dos tierras para vivir. Por eso, Santiago Munárriz, ganadero de 78 años de Salinas de Oro, Navarra, recuerda unos tiempos en los que se vivía de una forma mucho más sencilla y sostenible que ahora: "En todas las casas había animales y echábamos la basura al estiércol que luego iba al campo".

Cuando no se contaba con tanta información sobre las causas y consecuencias de la contaminación, inconscientemente se adquirieron costumbres muy buenas para la sostenibilidad. No había contenedores de reciclaje, no se separaba la materia orgánica del resto, pero se hacía algo todavía mejor: No generar esa basura que ahora nos preocupamos en reciclar. En los años 70, en España cada persona generaba entre un cuarto de kilo y medio kilo de basura diaria, mientras que ahora se genera en torno al kilo y medio.

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Julen Rekondo, divulgador científico y premio nacional de medio ambiente, destaca la importancia de todas las etapas de la sostenibilidad: "El desarrollo sostenible, nació en 1987 y es un concepto que se inició por parte de Naciones Unidas y en la cual se trata de conseguir un equilibrio entre medio ambiente, economía y sociedad. Cuando hablamos de sostenibilidad ambiental en materia de residuos debemos saber que es necesario practicar las tres erres: La reducción en la generación de residuos, la reutilización, y el reciclaje. Hoy en día se habla prácticamente solo del reciclaje, cuando realmente hay dos etapas anteriores que son mucho mejores para la sostenibilidad".

En ese sentido, Santiago Munárriz, ganadero de ovino en Salinas de Oro, Navarra, ilustra con sus palabras la realidad que se vivía en España hace unas décadas, cuando la sencillez de los tiempos arraigó unas costumbres austeras donde no se generaba apenas basura: "El plástico no existía y era todo papel. Ibas a la tienda a por azúcar y tenían unas bolsas de kilo, de kilo y medio o de cuarto de kilo con un papel recio como de estraza. Como aquello no tenía reciclaje iba a la basura, pero claro, en todas las casas había animales y lo echábamos al estiércol de los animales, por lo que se descomponía en ese abono que luego utilizábamos para los campos y las Huertas", recuerda el pastor de 78 años.

"Comíamos carne fresca sin tener frigorífico"

Además de la basura generada, la energía requerida para el modo de vida era mucho menor, ya que no había utensilios tan imprescindibles como son hoy en día los frigoríficos: "En las casas más pudientes tenían vacas lecheras y los menos pudientes tenían cabras. En la plaza un cabrero tocaba el cuerno y ahí se repartía el cabrito que había matado en cuartos. El que mataba se quedaba la cabeza y el menudico, y el resto se repartía entre los demás. Al día siguiente, otro mataba su cabrito y de esa forma todos comían carne fresca durante toda la primavera, sin usar frigoríficos", apunta el ganadero nacido en Etxauri.

"Había mercado, pero no se tenía dinero"

En aquellos años, la cooperación entre vecinos era imprescindible para salir adelante, y Santiago asegura que los suyos eran "como familia". Llevaban a cabo una práctica conocida como ordea, que consiste en un intercambio de productos y favores que se hacían los vecinos entre sí: "En la ordea tú me das garbanzos y yo alubias, tú venías dos días a trabajar para mí, y yo iba dos días a trabajar para ti, así que había mercado, pero no se tenía dinero. Uno tenía mucho garbanzo en Etxauri y traía alubias de la barranca, que a nosotros nos dejaban a cambio de algún cordero. Luego comíamos lo que daba la tierra y en temporada. En Etxauri por ejemplo había mucha fruta porque tiene un clima muy bueno, pero comíamos lo que había, que eran uvas, moscatel, olivo o melocotones. Había mucha fruta, pero la que daba el tiempo. Naranjas yo no he conocido en casa por ejemplo".

Así, Santiago recuerda unas costumbres en las que antes no se pensaba que podrían resultar tan beneficiosas y difíciles de adoptar hoy en día.

 
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