Málaga 2025 | Susana Abaitua encarna la frustración y ansiedad de una generación en 'Todo lo que no sé'
La actriz protagoniza el debut en el largometraje de Ana Lambarri con un drama sobre la incertidumbre, la búsqueda de validación y los cuidados cuando te acercas a los 40 y no has cumplido tus expectativas

Susana Abaitua protagoniza 'Todo lo que no sé'

Málaga
En una sociedad donde todo va cada vez más rápido y a la vez muchas decisiones se van postergando por la precariedad, la inestabilidad y la ansiedad, el cine español ha empezado a mirar en los últimos años a una generación que sufre una pinza, o sándwich, llámenlo como quieran, entre la emancipación y los cuidados de sus padres. Lo contaba, por ejemplo, 'Cinco lobitos' al retratar la maternidad tardía en una ciudad y la enfermedad de una madre en el hogar familiar. Sin embargo, la debutante Ana Lambarri cambia el punto de vista y mira a otra cuestión central, el trabajo y cómo la gestión de las expectativas también deja en un limbo la vida.
"Nace un poco de la idea de hablar de la ansiedad y de la incertidumbre que creo que compartimos un poco todos los que estamos en una generación que podríamos llamar millennial. Todos los que hemos vivido desde la crisis del 2008 en adelante. Hablo un poco de esa idea de todo lo que podemos llegar a pensar que puede pasar y que luego no pasa, o que sí pasa, y que es todo lo que no sabemos y que está siempre ahí, en la cabeza, dando vueltas", explica la autora, que presenta en sección oficial del Festival de Málaga 'Todo lo que no sé', un interesante drama que protagoniza Susana Abaitua sobre una joven que no ha logrado sus objetivos profesionales cerca de los 40, que comparte piso, le cuesta entablar vínculos duraderos y, además, tiene que organizarse con su hermana para llevar al médico a un padre enfermo. Todos, si ella falla o prioriza alcanzar su meta laboral como ingeniera informática, le recriminan su egoísmo.
"Es cierto que es una cosa que se nos puede llegar a pedir más a las mujeres, que nos afecta más en el sentido de que yo me he visto en momentos de mi vida tomando decisiones que me afectaban a mí y que eran personales y privadas, y me he descubierto con gente que de pronto me daba su opinión, que es una cosa que no te he pedido, pero tampoco sé si me aporta nada. Quería hablar de esas cosas porque también le han a mis amigas. Yo tengo el típico grupo de tres amigas en el que hacemos psicólogas las unas de las otras y siempre hay historias de oye, pues te puedes creer que a este se le ha ocurrido decirme esto sobre un tema que era totalmente mío, personal y yo me he tenido que quedar con cara de, ¿qué te contesto? Entonces sí que quería meter todo eso en la película y creo que sí está eso que yo llamo el egoísmo femenino, que es una mujer que intenta priorizarse a sí misma y empieza a recibir feedback", cuenta la directora.
Ese feedback adquiere forma de hermana calculadora, con familia y trabajo, que diseño un Excel insoportable para repartir los cuidados, de amante casi novio de idas y vueltas ante las exigencias laborales, de compañera de piso que quiere dar un paso más en su vida, o de modernas dinámicas empresariales que juegan a buscar talentos y ponen a competir a los trabajadores sin ninguna garantía. La película se mueve así en espirales asfixiantes sin fugas que retratan lo que hoy teóricos y sociólogos llaman 'el síndrome de burnout', es decir, el síndrome del trabajador quemado, agotado y hastiado. "Nunca me he acercado al trabajo desde esa parte más del agobio, pero sí que lo veo muy reflejado. Sobre todo tengo mucha gente a mi alrededor que cerca de los 40 está decidiendo cambiar su vida por completo, por ejemplo, porque lo que había elegido a los 25 de pronto ya no les sirve o no les satisface o se ha convertido en una problema de ansiedad para su vida. Quería reflejar todo eso un poco, ella toma una decisión de intentar algo de nuevo y las consecuencias son bastante nefastas hasta que encuentra la solución", añade.
'Todo lo que no sé' refleja también otra de las cuestiones de nuestro tiempo. La vinculación de la identidad a nuestra fuerza o posición laboral, la perversión de un sistema capitalista que, en tiempos de globalización y tecnología, vincula la satisfacción únicamente a la realización profesional. "Esto pasa sobre todo en el caso de las mujeres entre los 35 y los 40 años. Si decides no ser madre y no tienes pareja y decides no tener pareja, como es el caso de este personaje que en algún momento lo intenta pero no encuentra la forma, qué te queda si no tienes un éxito laboral. Son decisiones que además luego no tienen como vuelta atrás y ahí sí que hay una parte mía personal. Yo he tomado ciertas decisiones que por suerte me han traído hasta aquí, pero podía no haber sido así, haberme quedado estancada en alguna otra cosa que no me satisfacía tanto. Y sí que me planteo esa problemática y digo ostras, ¿qué hubiera hecho yo? ¿que hubiera intentado? Porque yo creo que lo hubiese seguido intentando, porque al final todos queremos dejar un legado. Es un poco lo que le pasa, el conflicto del personaje protagonista", analiza Lambarri.
Ahí entran en juego factores universales, como las expectativas, la frustración o la lucha agotadora por una validación interna y externa. La directora le va sumando trabas y dilemas, la mayoría interseccionales, a una mujer cuyo posible único núcleo de estabilidad, la familia, también se tambalea con la enfermedad del padre. "Cuando hay una persona enferma de larga duración, las jerarquías familiares cambian por completo y entonces empieza a hacer falta una entrega, un quién dedica más tiempo, quién puede y quién que no puede. Se genera ahí como una nueva jerarquía que evidentemente conlleva conflictos y, además, la vida se te paraliza un poco porque qué planes vas a hacer si tienes a una persona que va a estar tres, cuatro o cinco años con una enfermedad que puede acabar muriendo. Está la incertidumbre normalmente de la vida cotidiana, que ya es algo que tenemos que sobrellevar, y a eso le sumamos que hay una persona en un punto límite de su vida".
A Susana Abaitua, fantástica en este papel de mujer obstinada, cuestionada e insatisfecha, se suma un gran reparto con Ane Gabarain de madre, Natalia Huarte de hermana, Francesco Carril como su pareja, Stéphanie Magnin de compañera de piso y el mismísimo Andrés Lima como el padre. La autora, que también trabaja de directora de casting y había realizado varios cortometrajes, logra, gracias a un guion preciso y bien limado, que todos los intérpretes compongan una coreografía perfecta alrededor de la protagonista. "Intenté que todos fueran gente que tenía mucho bagaje en teatro. Yo a veces miro y digo, ay, si es Andrés Lima. Francisco Carril es una persona que tiene un bagaje en teatro que es impresionante. Entonces intenté juntar a Stéphanie, que la conocía de antes y con Natalia, que no la conocía, ha sido maravillosa trabajar con ella. Con Susana hubo una una simbiosis ahí que nos pusimos a trabjar y fluía todo, era una locura. Entonces la dirección de actores y actrices ha sido ha sido muy intensa, pero muy llevadera, porque eran gente que también me han enseñado a mí, de cómo trabajar con cada uno, su método y demás. Al final soy una persona que en ese sentido tengo bastante bagaje, bastantes herramientas. He apostado por ir con las ideas claras y que fuera lo que fuese", concluye Ana Lambarri, otra de las nuevas voces de este cine español que tantas alegrías nos está dando en esta edición del Festival de Málaga.