"Armarse con autoridad moral": Maruja Torres recuerda los orígenes "esquilmadores" de Europa y reflexiona sobre su futuro

Madrid

A finales del diecinueve y principios del veinte (siglos), cuando las bicicletas empezaron a hacer furor en Europa, nadie ignoraba de dónde procedía el caucho que tan útil resultaba, entre otras cosas, para perfeccionar las ruedas del invento. Venía de las masacres perpetradas por los franceses en Indochina y por los belgas en el Congo, que arrancaban el material de los árboles junto con la piel de los esclavizados nativos.

De esos orígenes esquilmadores viene esta Europa, sin que se salven ni mucho menos los que ahora han de limpiarse el culo con su Brexit.

Hoy tenemos una Unión Europea que defender, esta vez, de la colonización estadounidense que ya no nos protege y puede atacarnos. Pero nos encontramos con la gran contradicción matriz: ¿Cómo vamos a hacerlo si nuestros cacareados valores se nos están yendo por el sumidero de nuestra hipocresía ante los actuales comportamientos coloniales? ¿Cómo salir voluntaria y espontáneamente a la calle por Europa, si en Europa hemos aprendido el individualismo feroz que niega derechos al inmigrante y se complace despreciando al oscuro? ¿Cómo limpiarnos la mancha de haber arrimado, y muy bien hecho, el hombro a la lucha de Ucrania, cerrando al mismo tiempo los ojos, qué mal, ante el genocidio de Gaza?

La Unión Europea a la que quiero sin duda pertenecer tiene que armarse, lo primero de todo, con autoridad moral. Esa de la que alardeamos solo porque llevamos unas décadas no matándonos entre nosotros, mientras que, para los pueblos de piel oscura y buenas materias primas, seguimos pedaleando la bicicleta sin hacernos preguntas.

Ante lo que se avecina, da pena tener ganas de refugiarse en las fórmulas usadas por los organismos internacionales frente a las matanzas en Gaza: "Je suis desolé". O bien: "Deeply concerned".

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Qué asco.