Alain Guiraudie: "El gran motor de una película es el misterio y el gran misterio de la vida es el deseo"
El director francés estrena 'Misericordia', la película que triunfó en Seminci, un inquietante thriller rural con su particular humor que indaga en el deseo y la culpa

Alain Guiraudie presentó 'Misericordia' en el pasado Festival de Cannes (Photo by Stephane Cardinale - Corbis/Corbis via Getty Images) / Stephane Cardinale - Corbis

Madrid
Alan Guiraudie es uno de los autores más especiales del cine francés. Sus películas aúnan tal misterio y extrañeza que ofrecen siempre un divertido y estimulante desafío al espectador. El autor de títulos como 'El desconocido del lago' o 'Un héroe anónimo' propone en 'Misericordia' una especie de thriller rural que es a la vez tragicomedia, una obra que bebe de la historias de Chabrol o Buñuel. La película tiene, en apariencia, un planteamiento sencillo. El protagonista, interpretado por el rostro esquivo e inquietante del actor Félix Kysyl, es un hombre que regresa al pueblo donde trabajó de panadero para despedir a su jefe, que acaba de fallecer. Ahí se encuentra con su viuda, con el temperamental hijo de esta y con otros amigos que conoció en esa etapa. Lo que iba a ser una visita de cortesía, se convierte en una estancia más prolongada que desencadena todo tipo de sucesos que es mejor no desvelar. Una desaparición, una investigación con una patética pareja de agentes y la intervención de un cura que encarna la hipocresía y la decadencia de la religión para ordenar la moral social.
Esa es una de las virtudes precisamente del cine de Guiraudie, la de romper con la moral convencional y crear una atmósfera donde rigen otros códigos que ponen a prueba los prejuicios del público y permiten reflexionar sobre el pasado, el miedo y la culpa. Como es habitual en su filmografía, Guiraudie encuadra a los personajes en un ambiente rural, en un pueblo, muy alejado de la sofisticación parisina de buena parte del cine francés. Ahí, entre esos bosques y campos, el director filma a unos personajes que sospechan y callan, se esconden y se sienten observados. En 'Misericordia' el autor te obliga a entrar en ese microcosmos, tan obsesivo como asfixiante, donde mezcla el realismo y los impulsos más primarios de los humanos con el suspense y un tono bizarro. Un equilibrio, en apariencia imposible, que funciona
Como en 'Teorema' de Passolini, otra de las referencias de este filme, el deseo atraviesa el relato, el deseo en todas sus formas que tanto ha explorado el cineasta francés en sus anteriores trabajos. Aquí el protagonista ejerce de imán para el resto de personajes y el deseo, desde los celos a la atracción, desde la rabia al remordimiento, adquiere múltiples caras. Guiraudie crea así su propio universo, extraño y a la vez cercano, con una historia negra e ingeniosa que esconde muchas reflexiones sobre nuestra forma de relacionarnos. La película cuenta con producción del español Albert Serra, fue la gran triunfadora en la Seminci de Valladolid con la Espiga de Oro y logró ocho nominaciones a los premios Cesar.
Tengo entendido que la historia parte de una novela ¿Cómo fue el proceso de esta historia, cómo surgió y cómo la creó?
Efectivamente son personajes y situaciones que vienen de una novela, pero no funciona de la misma forma. Es decir, he retomado la escritura del guion totalmente desde cero cambiando el nombre de los personajes, modificando algunos y bastantes situaciones. Sobre todo porque en la novela hay muchas digresiones. La historia se pierde entre otras historias. Son dos cosas totalmente diferentes. E incluso me cuesta hablar de adaptación en este caso. Así que reescribí el guion integrando cosas de la novela.
¿Cómo funciona su cabeza a la hora de calibrar el humor, los personajes, el drama? ¿Cómo diseña toda la narrativa de una película con un mundo tan particular como es el suyo?
Primero se concibe de forma muy solitaria en la escritura del guión, donde yo, aún así, siempre tengo esa parte de hablar de cosas muy íntimas, pero también hablo utilizando géneros. Pienso un poco, por ejemplo, en los thriller. No es exactamente, pero podemos pensar en un thriller, podemos pensar en lo gótico o podemos también mirar al teatro de vodevil, incluso la tragedia griega también me ha inspirado mucho o Dostoievski. La mezcla de tragedia y de comedia es algo a lo que le doy vueltas desde hace tiempo. Desde hace bastantes películas siempre ha habido un poco de eso en mi cine. A veces iba más hacia la comedia, otras veces más hacia el drama. Y aquí lo hemos trabajado también con el casting y preparándolo en rodaje, y sobre todo el montaje es clave para el equilibrio entre ambos. Creo que el humor, lo cómico, no funciona de la misma forma si hay una sala muy llena o una sala más o menos medio vacía. Por ejemplo, hay una secuencia al final en concreto que tuvimos muchas dificultades en hacerla divertida. Nos costó encontrar esa parte cómica del rodaje.
Usted propone al espectador algo muy estimulante, que es entrar en un universo y quedarse. Un universo donde quizás hay una moral distinta a la que opera en la sociedad o según nuestros prejuicios ¿Cómo concibe esto?
Por un lado es, efectivamente, una posición un tanto política por mi parte, la idea de re-interrogarme sobre la moral dada, incluso cosas como si la cárcel sirve para algo o si un asesino tiene que pagar algún tipo de deuda con la sociedad y eso realmente le impediría volver a matar de nuevo después de haber pagado su deuda. Y luego sobre la culpabilidad del asesino o la culpabilidad más colectiva de la sociedad cuando se comete un crimen. Son preguntas que la verdad es que me angustian desde hace tiempo. Era el momento de volver a ponerlas en una película. Sí que es verdad que jugamos mucho, interpretamos mucho, es decir, es muy lúdico y eso me ha gustado, que nos pongamos del lado del asesino en cierta forma, que el asesino siga en libertad al final, que no sea detenido. Esa es la parte del júbilo del cine, volver a poner en escena cosas muy retorcidas.
Me preguntaba si también es una película sobre la soledad, porque todos los personajes son muy solitarios y retrata la hipocresía con nosotros mismos, que nos contamos historias para seguir sobreviviendo o nos creemos historias para sobrevivir.
El 'escribo para no morir' es un credo en general de los escritores. Y también funciona para los cineastas. En este caso, es cierto que hay un personaje principal errante, que está reinventando la historia, que va reconstruyendo la historia de forma que sea coherente con los nuevos elementos de la investigación. Y eso corresponde bastante bien a la vida rural o a pequeños barrios de las pequeñas ciudades. Es decir, que cada cual emite hipótesis sobre la vida de los otros, sobre lo que el otro ha podido hacer durante la noche o ese día. Y eso me interesa mucho en el sentido de que hace eco con escenas de la vida real y al mismo tiempo tiene algo de poesía existencial, más profundo, va más allá del marco de la banalidad. Me gusta mucho cuando la banalidad toma una dimensión diferente.
¿Y qué función o qué papel tiene el deseo en su cine? El deseo en todas sus formas, no solo físico
Está bien que hables de todas las formas de deseo, porque no es solo sexual. Incluso yo creo que cuando ruedo en un bosque o saco un pueblo o un campo, hay algo que también está ligado al deseo, ligado a ese mundo. Mis ganas de abrazar el mundo, de aprehenderlo. Abordar el papel del deseo en la película es muy sencillo. Cada vez más me digo que el gran motor de una película es el misterio y el gran misterio de la vida es el deseo. Entonces me digo que todo eso funciona muy bien junto, el misterio, el deseo y el cine.
Nunca pensé que vería un sacerdote con una erección. Es un personaje cuya brújula moral simboliza de algún modo la decadencia de la religión en la forma de ordenar el mundo o también la propia capacidad de la religión a adaptarse a otros contextos.
Es un poco complicado porque creo que en tu pregunta está todo dicho. Te la has respondido tú solo. Yo quería un sacerdote moderno pero vestido de una forma antigua. La película funciona mucho con la sorpresa. Es decir, nos sorprenden los personajes, nos sorprende esa a priori que podemos tener. Y la película, como va contra esos clichés, lleva el personaje a lugares insospechados. Está esa idea de tener a alguien con grandes principios morales, de grandes vuelos morales muy generosos, muy innovadores para un cura y que al mismo tiempo también, pues tiene que vivir con sus deseos de hombre, de macho. No tengo especialmente una tesis que desarrollar en torno al sacerdote. Creo que he puesto mucho de mí mismo también en sus discursos. Antes hemos hablado de la soledad y creo que la encarna mucho la figura del homosexual. En cierta forma estamos abocados a tener deseo por personas que no te van a desear. Hay soledad en eso. Aunque el sacerdote esté siempre acompañado de Dios, aún así, efectivamente, encarna la soledad.
¿Qué relación tiene con la culpa? ¿Se le puede dar la vuelta para liberar a los personajes?
Para mí no se han liberado de esa culpabilidad. Sobre todo. La película, de hecho, grosso modo, afirma que nos cuesta liberarnos de nuestra culpabilidad. Incluso al contrario. Todo lo que dice el cura. Todos somos un poco culpables. Estoy bastante de acuerdo con él. He puesto mucho de mí mismo en ese personaje. Es lo que dice el cura al expresar que todos nos acabamos apañando con nuestra conciencia. Todos acabamos soportando lo insoportable. Por lo tanto, me parece difícil. No está tan desculpabilizado.
Siempre que hay mucho cine francés ambientado en París de gente refinada que bebe vino. Su impulso, sin embargo, siempre ha sido el de sacar a los personajes a un entorno rural ¿Por qué?
Yo empecé a hacer cine en los años 90 y realmente crecí cinematográficamente contra un cierto tipo de cine que veía y que efectivamente era muy urbano, bastante parisino, pequeño burgués, con físicos jóvenes y más bien más bien guapos o guapas. Yo siempre he tenido ganas de mostrar otra faceta de todo eso. En todo caso, siempre defiendo no excluir la belleza del mundo obrero y campesino, ni la sensualidad y la sexualidad.
¿Cómo es su relación con Albert Serra, productor de la película? ¿En qué momento surge esa conexión?
Con Albert nos conocemos desde hace tiempo. Nos cruzamos en los festivales. Tenemos estima, una alta estima el uno por el otro, pero luego es verdad que ha sido mucho una cuestión de productores. Es decir, mi productor francés está montando algo con Albert Serra y se ha dado el caso, cada vez más creo en esas ideas de coproducción entre países. Y luego yo estoy encantado de que Albert Serra aparezca en mi película como productor.
¿Qué tipo de director de actores es? ¿Se aferra al guion o hay margen de improvisación? ¿Hay espacio para los actores propongan?
Creo que soy a la vez muy directivo y también les dejo libertad. Hay un guión, hay diálogos, se los aprenden. Les pido no improvisar en ese sentido para nada, que respeten los diálogos. Y tengo la impresión de que eso les funciona. Yo fijo el marco y, dentro de ese marco, hacen lo que tienen que hacer. Y confío en ellos. Evidentemente siempre hay pequeños reajustes. Más o menos ensayamos, hablamos, pero me he relajado con los actores. Antes era mucho más controlador, mucho más tiquismiquis.
Y mencionaba antes la banalidad, ¿cree que vivimos en esta contradicción de un mundo donde casi todo es banal y a la vez la banalidad se ha convertido en un salvavidas?
Hay algo de cierto en eso. Por ejemplo, con la banalización del conflicto en Oriente Medio. Efectivamente, nos estamos mintiendo, al igual que con la banalización del hambre en el mundo. La banalidad es nuestra vida de todos los días. Mi propia vida cotidiana es bastante banal. Y creo que el cine o la literatura pueden tener como función el dar otra dimensión a nuestra banalidad. Eso no significa que nuestra vida sea miserable, pero de darle algo más profundo a nuestra banalidad cotidiana, a nuestras existencias.
Y por último, me preguntaba cómo ve el cine de autor actualmente en Francia, un país que protege mucho su industria y cultura.
Estamos muy ligados al cine de autor y tenemos tendencia a protegerlo cueste lo que cueste. Y tenemos un cine diverso, muy dinámico, ya que hay muchos jóvenes que llegan y que hacen cosas. El problema es que los negocios intentan acapararlo todo, como siempre. Es decir, siempre intentan tener un poco más y un poco más de las salas de cine. Siempre tengo la impresión de que el riesgo es encontrarnos en un gueto. Pero en Francia somos un país de autores. Veo en En Estados Unidos, por ejemplo, muy pocos autores que aparezcan. En todo caso, los que conozco tienen dificultades para hacer películas.

José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...